domingo, 21 de noviembre de 2010

Dark Pantone (El primer policial negro sudamericano publicitario nerd) Capítulo 9

Resumen de los capítulos anteriores:

Dark Pantone, detective afiliado a SUIPMPYA: Sindicato Único de Investigadores Privados del Mundo Publicitario y Afines, avanza en la búsqueda de Tiburcio Anselmi, Director de Arte Senior, verdadero buque insignia y hasta incluso mascarón de proa de la genialidad publicitaria, quien parece haber sido deleteado cuál spam indeseable de este mundo. Luego de una serie de peripecias donde se topa con los más oscuros y atípicos personajes, llega a estar cara a cara con el que parece haber pergeñado el malévolo plan para secuestrar a Tiburcio: Silvio Silver, el director creativo estrella de la agencia más grandiosa del universo: Parnasus&Parnasus (filial local con liderazgo para todo el Cono Sur y alcance en otras regiones, continentes, subcontinentes, countries y barrios privados).

Capítulo 9 en su particularidad irremplazable y privativa:

Las puertas se abrieron como franqueándome la entrada a la sala más sagrada del templo secreto de alguna religión antigua de una civilización desaparecida en un continente hundido en un mar sepultado por una cordillera erosionada por un viento extinguido a causa del cambio de presión que provocó una modificación en el anticiclón que lo generaba como consecuencia del cambio climático global. De espaldas a la puerta, mirando la ciudad por entre las nubes, con el rostro reflejado sobre el interior de la esfera de vidrio que envolvía su oficina, Silvio Silver tenía la vista perdida sobre los edificios que se dibujaban en el horizonte.
-¿Chocolates Pegotín? -preguntó.
-No, gracias -contesté.
-Dígamelo… ¿fue por la campaña de Chocolates Pegotín?- volvió a preguntar y se dio vuelta. Caminaba como un mariscal de las guerras napoleónicas armando su estrategia para la batalla.
- Eso fue una genialidad, sin dudas -continuó diciendo sin esperar respuesta-. Alimentos Arlequín había intentado elaborar un nuevo chocolatín que no se derritiera ni se pegoteara pero les salió al revés y el chocolate se deshacía en cuanto lo tocaban. Les había costado varios millones la nueva línea de producción, era un verdadero desastre financiero. Y ahí fue donde intervino la chispa, la creatividad, la genialidad, el talento sin límites del equipo creativo liderado por mí, con una campaña pensada por mí, desarrollada por mí y dirigida por mí. El claim transmite la genialidad de la idea y la perfección de la estrategia: “Pegotín: dulzura que enchastra tu corazón” -dijo, moviendo su mano como si estuviera tocando un cartel invisible que flotara en el aire- Así de simple mi amigo, bastó esa idea para que los consumidores de todas las edades quisieran mancharse la ropa, las manos, el pelo, el tapizado del auto y los interiores de sus precarias o lujosas viviendas con esa pasta dulcificada artificialmente que apenas se podía mantener entera adentro de su envase. Como rebote, subieron las ventas de “Espumete”, el jabón para la ropa del Grupo Burbuja, entonces hicimos una campaña conjunta, “Pegotín” y “Espumete”, con el lema: “Para corazones enchastrados, el blanco del mejor lavado”, hasta hicimos un pack familiar donde venían 10 “Pegotines” y un paquete de 3 kilos de “Espumete”, otro éxito de ventas -concluyó, agitado, con expresión de iluminado mesiánico, respirando a sólo 3 centímetros de mi rostro.
- No fue por eso -dije.
- No me diga nada, espere, a ver…., esteeeeee…, ya sé, “Armagedón”, tiene que haber sido “Armagedón”, el arma de defensa para toda la familia, una obra maestra de la comunicación, sin dudas, ¿eh? -decía, caminando en círculos, a pasos cada vez más acelerados- Armamentos Rochester había hecho un fusil liviano, pensado para que cualquiera lo tenga en su casa como protección por el tema de la inseguridad y teníamos que vencer el prejuicio de alguna gente atrasada, siempre en contra del progreso y de la ley de selección natural, que todavía piensa que tener armas es algo malo, pero a la vez teníamos que marcar la peligrosidad del tema porque la compañía quería estar cubierta en caso de que hubiera una negligencia humana que no tuviera nada que ver con defectos de fabricación o falta de información suministrada al consumidor. Entonces, encontramos el mensaje: “Tiene mira, y mejor si no te toca”, fácil, simple, recordable, un juego de palabras que nos recuerda a nuestra infancia y a la vez una advertencia mortífera pero simpática, musical, que nos llevó a lograr el objetivo: “Armagedón” fue record de ventas en regalos para el Día de la Madre y Navidad. Tiene que ser eso, ¿no? -dijo, arrojándome su aliento tibio sobre la nariz.
- Tampoco es eso.
- Aaaahhh…, Grummesslang…, Grummesslang…, siempre misteriosa es tu Urraca ilustre, tu trémulo ídolo de precioso metal, sorpréndeme entonces, anónimo mensajero.
- Parece que el premio mayor te lo vas a llevar por algo que se llama Tiburcio Hunting, ¿te suena?
- ¿Tib?..., ¿Hunt?...
- Sí, un tal Víctor Chipper nos puso al tanto de esta interesantísima propuesta de gran pregnancia y recordación.
Silver dio un salto hacia atrás y luego corrió desorientado por su oficina, sin saber hacia donde ir.
- Esto es…, yo…, mi carrera… -balbuceó, apoyándose contra una estantería llena de muñecos de distintos tamaños. Su rostro se puso rojo, casi bermellón, como si hubiera descubierto un error en un spot de TV que ya había salido al aire. Me tiró con un Spok que no mediría menos de 50 centímetros y tal vez pesara unos 4 kilos. Me corrí justo para esquivarlo, pero no alcancé a evitar el Batimóvil que estacionó de punta en mi frente. Silver aprovechó mi caída al suelo para saltar por encima mío y enfilar hacia la puerta de su oficina. Me recuperé y logré manotear un Chewbacca, con el pelo de una textura asquerosamente real, que hice volar hasta que se estampó cabeza abajo contra la espalda del rey de la creatividad latinoamericana. El golpe funcionó como un empujón que lo acercó a su Segway bañado por completo en plata que brillaba gracias a la luz celestial que acariciaba cada rincón de la cúpula. Trepó en el vehículo, chocó contra la puerta abriéndola de par en par y escapó hacía la sala de los creativos. Salí corriendo tras él. El creativo fantasmal que manejaba uno de los Segways se acercó a mí a toda velocidad. Me preparé para el impacto, pero frenó casi rozándome y se bajó del aparato.
- Llevate el mío, no le aflojes, estamos con vos, flaco -dijo, señalándome el manubrio. Aceleré como pude y salí a toda velocidad. Una especie de compuerta secreta en una de las paredes se abrió para dejar pasar a Silver. Antes que desapareciera en la oscuridad, vi como una pelotita de ping pong rebotaba contra la pelada incipiente de su cabeza. Cual libertador de pueblos en una marcha triunfal, los creativos me aplaudían, mientras me acercaba a la entrada que me llevaría a descubrir el gran secreto que se ocultaba tras la desaparición de Tiburcio Anselmi.

CONTINUARÁ…

jueves, 2 de septiembre de 2010

Dark Pantone (El primer policial negro sudamericano publicitario nerd) Capítulo 8

Resumen de los capítulos anteriores:

Dark Pantone, detective afiliado a SUIPMPYA: Sindicato Único de Investigadores Privados del Mundo Publicitario y Afines, continúa la búsqueda de Tiburcio Anselmi, Director de Arte Senior que supo ser un faro de creatividad y benevolencia para toda una generación y se ha esfumado cuál director de empresa un viernes por la tarde. Su investigación lo lleva hasta Parnasus&Parnasus, la agencia más importante del planeta Tierra y de algún que otro asteroide, desde donde su Director Creativo Silvio Silver ejerce de mandamás indiscutido del quehacer publicitario todo.

Capítulo 8 en su naturaleza intrínseca indisoluble:

¿Cuántos junior con la carpeta de trabajos de la Facu o la escuelita habrían temblado de terror frente al edificio brillante cuál maqueta recién lustrada de Parnasus&Parnasus? ¿Y cuántos más lo harían aún, eh? Miles, cientos, decenas, unidades… El propio Silvio Silver había sido alguna vez uno de ellos. La puerta automática se descorrió como un telón cibernético que me mostró la imagen del éxito hecha realidad: un grupo de periodistas rodeaba a Silvio Silver. Las luces de los faros y los flashes lo bañaban con el fulgor del triunfo. A cada pregunta daba una respuesta inesperada y precisa, desconcertante y atinada. De su nariz aguileña colgaban unos lentes con marco verde flúo, sus cabellos parados con gel como al descuido empezaban a mostrar la sinuosidad cartográfica de unas entradas amplias y casi pude adivinar las zapatillas rojas o naranjas debajo de los pantalones oscuros medio chupines. Los periodistas reían cual claque contratada, y tal vez lo fueran.
- ¿Y qué expectativas tenés para Grummesslang, Silvio?
La pregunta sonó como cristales rotos en una cena de gala, como una corneta de cancha en un concierto de la Sinfónica de Viena. Algunos cronistas intentaron esconder al notero joven que había osado emitirla atrás de los maletines de sus notebooks. La mirada de Silver pasó de la magnanimidad efervescente a la frialdad psicopática.
- Se terminó la conferencia, chicos- dijo, con un hilo de voz. Salió a los empujones del grupo y fue hasta los ascensores. Ahí noté que dos chicas bajitas, de traje sastre, que todo el tiempo anotaban cosas en un cuaderno, lo seguían a pocos pasos. Una de ellas apretó el botón del ascensor mientras la otra le hacía varias preguntas sin esperar respuesta: “¿Estás bien?”, “¿Tenés sed?”, “¿Te pido sushi?”, “¿Te reservo cancha?”, “¿Te saco pasaje?”, “¿Te cambio el hotel?”, “¿Te cargo el iPad?”, “¿Te sirvo un café latte?”. Silver decía que no con el dedo mientras caminaba casi corriendo. Traté de subir en el mismo ascensor, pero dos guardias me detuvieron antes de que pudiera pasar de la recepción.
- ¿Caballero? - preguntó uno de ellos.
- Necesito ver al señor Silver.
- Le recomiendo anunciarse en recepción- dijo el otro, señalándome el interminable mueble combado de mármol rosado con el isotipo de Parnasus&Parnasus tallado en el centro. Me acerqué a la rubia en rollers que mascaba chicle y anudaba una de sus trenzas mientras soplaba el esmalte de sus uñas, lo cuál era una operación llamativamente difícil.
- Vengo a ver al señor Silver.
- El señor Silver no recibe a nadie.
- Es urgente.
- El señor Silver no recibe urgencias, sólo las emite.
- Mire que es muy importante.
- El señor Silver es quién determina la importancia de nuestros asuntos.
- Está bien- dije, alejándome- Le voy a transmitir al Sacralísimo Comité Organizador del Festival y Tertulia Mundial Publicitaria de Grummesslang que no pudo recibirme. Le agradezco mucho.
Cuando dije “Grummeslang” los guardias se pusieron en posición de ataque, las cámaras de seguridad me enfocaron y la secretaria escupió el chicle mientras perdía el equilibrio y caía hacia atrás, dejando a la vista sólo los rollers que giraban en el aire sin sentido.
- Gru…, Gru… ¿Gru?- se podría decir que preguntó desde su incómoda posición.
- Exactamente- respondí.
- ¿A quién anunció?
- Al Sr. Dark Pantone.
Fui hasta el ascensor escoltado por los guardias, que le aplicaron una descarga de pistola eléctrica a un cadete que tropezó conmigo cuando se abrieron las puertas. No dejaron subir a nadie más, deteniendo a dos camilleros que venían corriendo desde una ambulancia que acababa de estacionar en la puerta del edificio. Como una nave que partía hacia la estratósfera, el ascensor hiper ultra moderno empezó a subir con un zumbido imperceptible, como si fuera un capullo de precisión tecnológica que buscaba las alturas, a falta de algo mejor para hacer. La oficina de Silver estaba por encima de las oficinas gerenciales, por encima de la presidencia, por encima incluso de la terraza y la sala de máquinas: era una cúpula inmaculada que parecía flotar sobre todo el mundillo de Parnasus&Parnasus. Después de un sonido de arpa celestial que marcó el final del recorrido, me encontré en un lugar que podría haber sido la mezcla de un bar de Palermo Soho con la salita verde de un jardín de infantes: grandes almohadones de colores, sillones de todas formas y tamaños, máquinas de café, metegoles…. Dos creativos jugaban un reñido partido de ping pong, mientras otro se las veía con un pinball de Aerosmith y más allá había quienes circulaban en coloridos Segways. Era la felicidad de los niños en el mundo de los adultos. Todo esto lo miraba mientras avanzaba hacia la puerta de la oficina de Silver y las dos chicas de traje sastre me bombardeaban a preguntas.
- ¿Por qué no vino una comisión más grande?
- ¿O vino y usted es el primer contacto?
- ¿Esto significa que ganó?
- ¿O es solamente una falsa esperanza que le va a romper el corazón?
Pasamos junto a la mesa de ping pong. La pelotita cayó a mis pies. Se la alcancé al jugador que vino a buscarla: un creativo con una remera de Futurama transpirada.
- Ustedes sí que la pasan bien, ¿eh?- comenté, guiñando un ojo.
- No creas, tenemos que jugar un mínimo de 2 horas por día porque sino nos echan. Es parte del contrato- contestó, mientras se alejaba con la cabeza gacha a enfrentar un nuevo game. “Abogacía, mi viejo tenía razón, abogacía, mi viejo tenía razón…” era el mantra desesperado del que parecía tener la cara de Steven Tyler tatuada en el pecho por haber estado tanto tiempo expuesto a las luces del pinball. Ya frente a la puerta tapizada de señales de tránsito y publicidades antiguas, uno de los Segways estuvo a punto de atropellarme.
- Perdón, estoy apurado porque tengo que vomitar de nuevo- dijo el conductor, pálido como un espectro.
- Adelante, no hay que hacer esperar a Silvio- dijo una de las chicas, accionando el picaporte que me permitiría enfrentar cara a cara al creativo más polémico y cotizado del cono sur: Silvio Silver.

CONTINUARÁ…

domingo, 16 de mayo de 2010

Dark Pantone (El primer policial negro sudamericano publicitario nerd) Capítulo 7

Resumen de los capítulos anteriores:

Dark Pantone, detective afiliado a SUIPMPYA: Sindicato Único de Investigadores Privados del Mundo Publicitario y Afines, está buscando a Tiburcio Anselmi, Director de Arte Senior consagrado y ovacionado en más de una o dos ocasiones. Descubre que un equipo de programadores fue contratado desde una extraña dirección de mail para desarrollar un juego llamado “Tiburcio Hunting”. Después de ese hallazgo, es interceptado en plena vía pública por tres desconocidos en un vehículo marca Renault modelo Traffic que circulaba en dirección norte-sur.

Capítulo 7 en su base constitutiva fundamental:

Las 3 máscaras de látex de Super Mario Bros tenían apenas más definición que los 8 bits del juego original. Me quedé alelado, como un sistema operativo anticuado intentando abrir la última versión de un software que necesita mucho más recursos que los disponibles. Los enmascarados, que tenían remeras de colores plenos, uno de ellos con la cara de Spok, otro con la Darth Vader y el último con la de Mr.T, me empujaron adentro de la Traffic.
-Ahora vas a saber lo que es bueno -dijo Mr.T.
Adentro de la van había un viejo Sega Rally, que parecía haber sido arrancado de un local de juegos de los años 90.
-Lo tengo re manyado, olvidate -dije.
Me sentaron a los empujones en la butaca de plástico rígida.
-Vamos a ver si te la bancás -dijo Spok, poniendo una ficha en la ranura. Le costó al principio, porque era de esas que tienen 3 líneas de un lado y una del otro.
-Siempre te pasa lo mismo, por eso papá no te quería comprar más fichus- dijo Darth Vader.
- Qué decís, nene, nada que ver -dijo Spok y se alejó hasta un rincón, donde se fue cayendo hasta el piso y se quedó tirado, con la márcara de Super Mario Bros aplastada contra las rodillas. Parecía que todo su cuerpo se había convertido en látex, derretido por el peso de la depresión anímica.
-Bueno, córtenlan, denmen la ficha y corransen -dijo Mr.T.
Puso finalmente la ficha y las opciones del Sega Rally aparecieron en pantalla.
-Championship, por favor -pedí.
-Para vos tenemos una especial -dijo Mr. T, y giró el volante hasta que apareció una opción que decía “Nasty Experience”.
Mr. T y Darth Vader rieron durante unos 4 ó 5 minutos, mientras a su espalda Spok lloriqueaba y se hacía un ovillo sobre el suelo. Me ajustaron un cinturón de seguridad reforzado que no me dejaba moverme.
-Listo, largamos, campeón. El autito de rally se va a mover, pero nosotros nos vamos a quedar quietos, muuuuy quietos -dijo Mr. T.
En la pantalla, el auto del Sega Rally empezó a viajar por las pantallas que yo tanto conocía. Al principio no me pasaba nada, iba viendo con cierto aburrimiento como pasaban las curvas, los vados, los puentes de madera, los árboles a los costados del camino... Si no hubiera sido porque Darth Vader y Mr. T me sostenían los párpados para que no pudiera cerrar los ojos, hasta hubiera sido un poco entretenido. Pero en algún momento, como tímidamente, mi estómago se empezó a revolver. Al principio lo quise disimular, pensado que se me iba a pasar, pero la sensación fue haciéndose cada vez más presente, más intensa.
-Dale, vamos con la fase 2, arriba, que no podemos perder tiempo, es ahora ó nunca -dijo Mr.T
Spok se puso de pie y trajo una especie de cajón cerrado de metal con ruedas hasta donde estábamos nosotros. El aroma podía sentirse desde antes de que se levantara la tapa y quedara al descubierto el macabro dispositivo. El vapor calcinante de una máquina de hacer panchos empañó la pantalla por unos instantes e inundó toda la camioneta con su olor inconfundible a embutido recalentado. Allí tomé conciencia de la falta de escrúpulos, la maldad sin límites, la crueldad sanguinaria, la violencia inusitada, la perversidad neurótica, la ansiedad ingobernable, la ambición despiadada, la locura mesiánica de la oscura organización en cuyas garras había caído. Mientras mi estómago parecía estar dado vuelta por la náusea del mareo digital, los Super Mario Bros se hacían un pancho tras otro, rebosantes de mostaza y bañados en papas fritas de paquete.
-Basta, por favor, game over para mí, muchachos -dije, asqueado del asco mismo y dándome cuenta de que esa última frase era más apta para un tango modernoso que para alguna campaña publicitaria.
-Si no querés que esto siga, dejá de buscar a Tiburcio Anselmi -dijo Mr.T.
-¿Y si no qué pasa? -pregunté.
Los tres se miraron desconcertados.
-Eeeehhh, algo… muy, pero muy malo, malo de verdad, ¿mentendés? -dijo Darth Vader.
-No, no entiendo, la verdad es que necesitaría más precisiones -dije.
-A ver, hay cosas buenas, como por ejemplo... las vacaciones, o que te hagan un regalo lindo, o comer algo rico, bueno, esto sería lo contrario, sería algo malo, ¿captás?, como si no te fueras de vacaciones, o que te regalen algo medio bajón, como un par de medias, o comer algo que no te gusta -dijo Darth Vader.
-¡Bueno, basta, bajemoslón! -dijo Mr.T.
Me agarraron entre los 3 y me empujaron afuera de la Traffic.
-Acordate, algo malo, lo contrario de bueno, ojo, ¿eh? -me amenazó Mr T antes de ayudar a empujar la camioneta para que pudiera arrancar. Miré a mí alrededor, intentando entender adónde me hallaba, pero no había demasiado qué entender porque estaba en la misma esquina donde me habían interceptado los Super Mario Bros.
Caminé hasta mi oficina, respirando profundo para que se me pasara el mareo digital. El malestar casi vuelve cuando le vi la cara a mi secretaria.
- Lo están esperando, parece -me dijo, con un nivel de mala onda que podría superar las altísimas mediciones históricas irradiadas por ella misma. En mi despacho, encontré a Kiki mirando con aburrimiento la pantalla de su netbook.
- Mala señal -dijo.
- ¿Qué pasó? -pregunté.
- Que es muy mala la señal: o sea, accedo a una red, pero navega muy lento, no me gusta, yo estoy acostumbrada a otra cosa. Pero no perdamos el tiempo, ¿averiguó algo?
-¿Además de que un comando de tipos disfrazados de Super Mario Bros anda suelto por ahí?
-¿Super Mario Bros? ¿Qué le hicieron?
-Me indujeron un mareo digital y se pusieron a comer panchos.
-No puede ser…
-Sí, puede ser…
-Los hermanos Gorriti, ¿cómo llegaron hasta acá?
-¿Los hermanos Gorriti?
-Sí, tienen una empresa de promociones y eventos, pero además alquilan sus servicios al mejor postor para amenazar gente. Son una mente privilegiada para el mal: usan todo lo que le queda de los eventos para hacer sufrir al prójimo, por suerte no le aplicaron el show láser combinado con la wafflera.
-Se ve que tuve suerte.
-Alguien los contrató para amenazarlo, eso quiere decir que está en el camino correcto, ¿qué averiguó hasta ahora?
-Hablé con un tal Víctor Chipper, del departamento de Sistemas de Alimentos Arlequín. Alguien lo contrató por mail para desarrollar un juego llamado “Tiburcio Hunting”.
-¿Por mail? ¿Cómo es el mail?
-ss_super_creative_master_01@goldenbrain.com
-¿SS?
-Sí, así empieza.
-Pero claro, ¿cómo no me di cuenta antes? SS, sólo podía tratarse de él.
-No se de quién está hablando.
Kiki se paró en medio de la oficina y miró hacia el horizonte con una mezcla de odio y resentimiento, aunque no sabría decir qué proporción de cada sentimiento había en su mirada.
-Silvio Silver.
-¿Quién es Silvio Silver?
-Eso depende de quién le conteste la pregunta, Sr. Pantone. Silvio Silver es el más ególatra, ambicioso, despiadado, inescrupuloso y trepador de los directores creativos del país. Aunque claro, eso no es lo que dicen los medios especializados, que lo muestran como el más talentoso, original, carismático, ingenioso, chispeante y divertido publicista de su generación.
-¿Y para qué lo querría secuestrar a Anselmi?
-Eso no lo se, pero lo que sí puedo decirle es que lo odia desde siempre por un motivo muy simple: Tiburcio fue su maestro, su mentor, su guía, su cicerone, su puerta de entrada al mundo de la publicidad. Cuando Tiburcio era ya un senior consagrado, entró como junior en su equipo y aprendió todo de él. Silver fue escalando de la manera más rastrera hasta hacer que echen a Tiburcio para quedarse con su trabajo. Ahora que llegó a ser el creativo más importante del país, no quiere ni oír hablar de él.
-Pero Silver ya llegó hasta donde quería, ¿para qué puede necesitar a Tiburcio?
-Porque Silver logró todo, pero le falta lo más importante, el premio máximo para un publicista a nivel mundial: la Urraca de Titanio del festival de Grummesslang, el festival más exclusivo del planeta. Sólo los elegidos, los verdaderos dotados de la creatividad logran ese premio. Tiburcio lo tiene pero a Silver se lo niegan año tras año.
-Nadie le va a dar un premio por un secuestro, por más creativo que sea.
-Silver tiene una mente oscura, retorcida, es capaz de cualquier cosa.
-Entiendo, eso quiere decir que tenemos una sola opción: ir a hablar con Silver, dígame adónde puedo encontrarlo.
-En su oficina en lo más alto de la filial local de Parnasus&Parnasus, la agencia más grande del mundo.
-Muy bien Kiki, me voy entonces. Si quiere puede quedarse navegando, por más lenta que sea la conexión. Mi secretaria no le va a servir café.
Kiki se acercó hasta mí. Me miró directo a los ojos.
- FYI señor Pantone, detrás de esta ejecutiva fría como el hielo del Ártico hay una mujer. Encuentre a Tiburcio Anselmi y después agéndese una reunión urgente conmigo.
Kiki había logrado que ningún slogan viniera a mi mente.
-Lo siento, no bebo cuando estoy de servicio -contesté, como si hubiera hecho copy paste del guión equivocado. Kiki se corrió para dejarme salir. Las cosas empezaban a estar más claras. Ahora, sólo quedaba enfrentar a Silvio Silver en su propia madriguera: el departamento creativo de Parnasus&Parnasus.

CONTINUARÁ…

domingo, 25 de abril de 2010

Dark Pantone (El primer policial negro sudamericano publicitario nerd) Capítulo 6

Resumen de los capítulos anteriores:

Dark Pantone, detective afiliado a SUIPMPYA: Sindicato Único de Investigadores Privados del Mundo Publicitario y Afines, está buscando al inhallable Tiburcio Anselmi, Director de Arte Senior y emblema nacional de la creación publicitaria. Luego de pasar por el cyber del Gordo Resetti, el rastro que sigue lo lleva hasta Víctor Chipper, un empleado del sector de IT de una de las empresas más grandes del planeta: Alimentos Arlequín.

Capítulo 6 en su núcleo intransferible e inalienable:


El Director de RRHH de Alimentos Arlequín, Marco Aurelio Oliver Hardy, era, a los 28 años, toda una leyenda en el universo corporativo: a los 14 años había terminado la secundaria con honores en el colegio más exigente del cono sur: el Plus Ultra Pupils of the Entire World College, a los 18 años obtuvo la Licenciatura en Human Resources en la West Cincinnati University, a los 21 ya tenía 8 MBA´s y daba clases en 9 universidades de todo el continente, lo que lo convirtió en el pasajero frecuente con más millaje de todo el hub de las Américas. Se lo disputaban todas las empresas: comenzó en Automotores Carrington, de allí pasó a Columnata, una de las constructoras más importantes del mundo, luego estuvo en Fandango – Pantaloni & Chamise, hasta que recaló en Alimentos Arlequín, que lograba retenerlo desde hacía dos años con aumentos permanentes de sueldo para que no aplicara su filosofía de mejora continua que le impedía permanecer más de 4 meses en cada trabajo. Este genio precoz era el que había decidido intercalar los pisos de las diferentes áreas para evitar que estuvieran juntos, argumentando que “la comodidad atenta contra la proactividad y el dinamismo”. Así era como el área de IT de Alimentos Arlequín ocupaba los pisos 47, 49, 51 y 53. En el medio estaban: uno de los pisos de Finanzas, la lavandería corporativa y una parte de Logística.

Victor Chipper me llevó directamente al piso 53, donde estaba su oficina y los servidores centrales de la empresa.

- Qué raro lo de este virus, nadie nos avisó nada- dijo, mientras caminábamos por los pasillos donde se procesaban los interminables datos de la mega corporación.

- Estamos avisando en persona, es tan peligroso que estamos aplicando el “human warning”, lo último en alertas informáticas. ¿Qué plataforma usan acá? Es imprescindible que me lo diga para poder evaluar la vulnerabilidad de sus sistemas.

- Ahora estamos usando “Bodokian”, pero estamos migrando a “Mesianic”. El Mesianic lo desarrollaron especialmente para nosotros, llevó 9 años y medio de trabajo, y hace 14 años que empezamos a implementarlo, pero ya estamos a punto de terminar, vamos a ser mucho más eficientes con Mesianic, nada que ver con Bodokian, es mucho mejor, podemos mandar a imprimir y tiene unos botones con colores que hace que todo sea mucho más rápido para los usuarios, además, es muy seguro: no se puede navegar por Internet, ni copiar documentos de una máquina a otra, tiene 7 claves en cascada para entrar a la red y muestra los mails desde una mini ventana de 5 por 8 pixels que filtra todos los virus.

Habíamos llegado hasta el fondo del pasillo. Allí estaba la oficina de Chipper y su equipo. Aunque la temperatura no bajaba de los 65 grados por el calor que levantaban los servers, ni él ni ninguna de las personas que estaban adentro tenía una sola gota de sudor.

- Oiga, al final no se por qué le cuento todo esto, yo a usted no lo conozco, ni siquiera tuvo la decencia de darme su business card.

Lo tomé del cuello de su camisa celeste clarito y lo empujé por el pasillo de servers, hasta arrinconarlo contra uno de los equipos.

- Mire, Chipper, yo no necesito bussiness card, soy Dark Pantone, y quiero saber adónde está Tiburcio Anselmi- dije, mientras me distraía con unas lucecitas verdes que titilaban adentro del server contra el que se aplastaba la cabeza de Chipper, cuestionándome si la frase matadora había tenido el vuelo de las anteriores.

- ¿Anselmi? No se de qué me habla, voy a llamar a vigilancia….

- No me amenace, Chipper, ¿o tengo que decir vic_chip_27?

La cara de Chipper cambió de color varias veces, como si fuera una placa de video que había perdido para siempre su fase.

- Ese nic es ultra secreto, ¿cómo lo conoce?

- Digamos que tengo un buen amigo en alguna que otra cueva, no creo que al CIO de Alimentos Arlequín le cause gracia saber de las andanzas de su equipo de IT, ¿o puedo escribir en mi muro esta hermosa historia?

Chipper miró hacia el pasillo, desesperado. Los tonos pasteles de las remeras y chombas de sus muchachos, que se acercaban hasta nosotros, se reflejaron en los vidrios que protegían los servers.

- ¡Vic Chip en peligro! ¡Vic Chip en peligro!- empezó a gritar Chipper. Le pegué una bofetada y busqué el celular en mi sobretodo. Como pude le saqué la SIM y lo tiré al suelo.

- Para ustedes muchachos, está liberado- dije, señalando el aparato que el grupo miraba con curiosidad a sus pies.

- No me haga reír, mi hermanita de 7 años tiene uno mejor que este- dijo uno de ellos. Los demás le festejaron el chiste riéndose un poco. Hasta Chipper esbozó una sonrisa.

- Sí, pero éste me lo trajo una azafata desde Estados Unidos. Es AT&T, tiene el logo en la carcaza y en la pantalla de inicio- dije.

Se miraron entre ellos y después, como si fueran zombies desesperados por morder un cerebro, se tiraron sobre el aparato, gritando “mio, mío, te dije que es mío, soltá, mío, mío de mi persona, no tuyo, mío.”

Lo arrastré a Chipper hasta otro pasillo. En ese, las lucecitas de los servers eran rojas.

- Bueno, Chipper, basta de pre loadings, ¿qué estaban haciendo en el cyber de Resetti? ¿Qué pasa con Anselmi?

- Yo lo único que se de Tiburcio Anselmi es que es un personaje de un juego que me pidieron desarrollar por mail. Me entró el pedido un día a mi casilla personal, no a la de acá, la dirección del remitente era: ss_super_creative_master_01@goldenbrain.com Desde ahí me mandaban las instrucciones de cómo tenía que ser el juego. Era todo muy detallado: escenarios, personajes, argumento. Pero nunca hablé con nadie. Lo programamos con los muchachos del team, pero teníamos que hacer las pruebas en algún lugar donde nadie nos conociera, por eso fuimos a lo de Resetti. Hace unos días nos dijeron que estaba todo OK, que el juego estaba listo. Empecé a mandar mails para ver si nos pagaban, pero no me los contestaron más, no se qué pasará.

- ¿ss_super_creative_master_01@goldenbrain.com? ¿Con guión del medio o con guión bajo?

- Guión del medio

- ¿Seguro? ¿Sin punto, sin nada raro?

- Seguro, todo guión del medio

- ¿Punto com, no punto com punto ar, no?

- No, no, punto com, sin punto ar.

- Gracias, Chipper, y si tengo algún problema para salir de este edificio, el primero en saberlo va a ser el CIO de Alimentos Arlequín- dije, pero la amenaza no tuvo sentido ya que Víctor Chipper salió corriendo hacia donde sus compañeros se seguían disputando el celular, al grito de “Yo soy el Project Leader, tengo prioridad, tengo prioridad”

Recorrí el largo camino en el ascensor junto a ejecutivos, empleados, proveedores y algunos canastos de la lavandería corporativa que inundaban todo con el penetrante aroma a lavanda del suavizante de las camisas.

Dejé el enorme edificio pensando que hasta ese momento lo único que había conseguido era una dirección de mail, que sin dudas nadie respondería nunca, ni para decirme adónde estaba Tiburcio Anselmi, ni para pagarle a Victor Chipper y a su team.

Decidí volver a mi oficina para pensar un poco el asunto y de paso desempolvar algún viejo celular donde poner mi SIM.

Pero el camino iba a ser un poco más largo de lo que yo esperaba: una Traffic ploteada de negro mate me cerró el paso con una frenada violenta.



CONTINUARÁ...

jueves, 1 de abril de 2010

Dark Pantone (El primer policial negro sudamericano publicitario nerd) Capítulo 5

Resumen de los capítulos anteriores:

Dark Pantone, detective afiliado a SUIPMPYA: Sindicato Único de Investigadores Privados del Mundo Publicitario y Afines, está buscando a Tiburcio Anselmi, Director de Arte Senior y epítome del talento creativo, quién no puede ser hallado en ninguna parte, ni siquiera en los salones de chat, donde no figura con ninguno de sus 18 nics habituales. Las declaraciones del Gordo Resetti, dueño de una cyber cueva, llevan a Dark hasta el sector de IT de una megamultitransnacional: Alimentos Arlequín.

Capítulo 5 en su entidad total e irrepetible:

Alimentos Arlequín: la joya de la corona, la reina madre, la princesa consorte, la emperatriz todopoderosa, la novia caprichosa, la femme fatale, la niña consentida, la sacerdotisa hermosa y cruel en cuyo altar se sacrifican las ideas de los publicitarios de todo el orbe.
Los números de Alimentos Arlequín podrían hacer llorar de emoción al economista tecnócrata más frío y ortodoxo de la escuela de Chicago: 1.599.728 empleados en todo el mundo, 757.589.456.345 trillones de dólares de facturación anual, 1ra. empresa productora de pan lactal esponjoso y mermelada de pera a nivel mundial, 1ra. productora de jugo de aguacate y panqueques predoblados en Eurasia y Mar del Norte, 2do. fabricante de galletitas enmantecadas en China y Oceanía, líder absoluto en pollo prensado y albóndigas de pescado en EEUU y Canadá… en definitiva, las góndolas de los supermercados de todo el planeta Tierra viven pobladas siempre con sus productos omnipresentes.
Alimentos Arlequín… la tabla de salvación de los bolseros de medios, la cuenta que con sólo nombrarla estampa la codicia y dibuja sonrisas lascivas en los ejecutivos de todas las agencias de publicidad del país.
Ahí estaba yo, frente al la sede central de Alimentos Arlequín: el edificio más inteligente de Buenos Aires, según el resultado de un concurso de IQ que se hizo entre edificios del centro y Puerto Madero. Incluso, resultó ser más inteligente que muchas de las personas que estaban adentro.
Sobre la entrada principal, la enorme figura de un Arlequín que saludaba sin parar, creación del genial ambientador Rocky Manteada, invitaba a ingresar en el poderoso mundo de la mega compañía, aunque mucha gente se lo confundía con la entrada de un garage.
Con un andar que intentaba ser despreocupado avancé hacia la recepción, donde un pequeño ejército de unas 40 recepcionistas vestidas como azafatas (pero sin las sonrisas, ni el café, ni los sándwiches en paquetitos, ni las mermeladas en miniatura) hacía sufrir a los que intentaban acceder a las entrañas del edificio. Tenía que encontrar la manera de llegar a Víctor Chipper.
- Buenos días -dijo la recepcionista, sin mirarme, mientras sellaba un sobre cuyo próximo destino era perderse para siempre en los vericuetos del correo interno.
- Buenos días, necesito ver urgente al señor Víctor Chipper, de Sistemas.
- ¿Tiene reunión?
- No, pero es una emergencia.
- Sin reunión es imposible, pero si quiere le puedo regalar unos segundos de ilusión haciendo de cuenta que le aviso y que me deja en espera hasta que me diga que no.
- Mire, señorita, es un asunto importantísimo, esencial para la empresa…
- Se me están yendo las ganas de regalarle los segundos de ilusión, también puedo ofrecerle un viaje hasta la puerta empujado por la gente de seguridad.
A nuestro alrededor los teléfonos no paraban de sonar. Los motoqueros, como guerreros agotados por mil batallas, entraban y salían, dejando o llevándose sobres que alguien, en alguna parte, estaría esperando al borde del colapso nervioso. Jugué mi última carta: el ancho de espadas. Después, me quedaban solamente dos cuatros, y los dos eran de copas.
- Escúcheme, vendo de Macrosoft System, hay una alerta mundial porque se acaba de distribuir el virus informático más peligroso del mundo: todas las líneas de producción se pararían, millones de toneladas de materia prima podrían perderse, los gerentes no podrían viajar a sus reuniones sin sentido porque los aviones no lograrían despegar, la gente se asfixiaría en sus boxes por falta de aire y los ascensores quedarían detenidos, con las personas atrapadas adentro. Si lo dejamos avanzar no habría hospitales, ni escuelas, ni policía, ni presentaciones en power point… es muy importante que hable con él.
La recepcionista me miraba, pensando si tenía que avisar o no.
- Y, sin duda, los teléfonos dejarían de funcionar -dije.
Un gesto de horror se dibujo en la cara demasiado maquillada de la joven.
- Ya mismo lo llamo -dijo, con un temblor evidente en su voz. Levantó el tubo y discó un interno de 24 dígitos.
- Hola, Sr. Chipper, acá está el señor... Durk Petrona de Mocresuf Sosten…
- Es Dark Pantone -dije, dándole la cédula -de Macrosoft System.
- Sí, Pantone Dark, de Systems… -dijo.
- Macrosoft.
- Magrosong… Sí, sí… eso… Sí, que es urgente, por un virus que podría destruir a la humanidad toda o algo así -dijo la chica, mientras un tipo de traje que estaba al lado mío se ponía pálido y se iba cayendo al suelo bañado en sudor frío.
- Ya lo atiende -dijo la chica, ingresando mis datos en el sistema. Me hizo mirar una webcam y después me dio una tarjeta magnética.
- Espere por allá -dijo, señalando una zona no muy definida donde se veía a proveedores de toda clase caminando como animales enjaulados, pero sedados y sin mucho manejo de la motricidad.
Cada tanto, desde más allá de los molinetes, bajando de los ascensores de puertas metálicas, venía alguien, estiraba una mano en un saludo estandarizado, y rescataba a alguno de los pobres desamparados que daban vueltas por el hall.
Uno de esos, que parecía hacer sido rendereado por el mismo programa que los demás, era el que me venía a buscar a mí: Víctor Chipper, la persona que me llevaría hasta el corazón de Alimentos Arlequín.


CONTINUARÁ...

domingo, 28 de marzo de 2010

Dark Pantone (El primer policial negro sudamericano publicitario nerd) Capítulo 4

Resumen de los capítulos anteriores:

Dark Pantone, detective afiliado a SUIPMPYA: Sindicato Único de Investigadores Privados del Mundo Publicitario y Afines, llega hasta la cueva del Gordo Resetti, buscando a Tiburcio Anselmi, Director de Arte Senior y gloria inigualable de la creatividad, quién desapareció misteriosamente de todas partes, incluso de su blog, donde dejó de postear sus ingeniosos comentarios sobre la vida en general. Luego de amenazarlo con formatear todos sus discos, Dark consigue que Resetti empiece a hablar.

Capítulo 4 en su auténtica e indivisible esencia:

- Hace un tiempo empezaron a venir al cyber unos tipos muy raros -dijo Resetti, y se quedó callado, como escuchando un ruido que venía desde adentro de las cajas que tapaban el piso.
- ¿Raros? Tenés el catálogo completo de freaks acá arriba -contesté, algo sobresaltado por un sonido constante que, sin dudas, venía desde adentro del maremagnun de cartón quesáceo.
- Kernel- dijo Resetti.
Pensé que al Gordo se le habían quemado las últimas neuronas como si fueran un microprocesador mal ventilado.
- Mi hámster, Kernel, hace unos meses que no lo veo, pero se que anda por acá, porque encuentro los dientitos marcados en las porciones de pizza- dijo.
- Minimizá por favor está cuestión del hámster y volvamos al tema de los tipos raros, ¿qué eran?, ¿floggers?, ¿bloggers?, ¿emos?, ¿skaters?- pregunté, rogando que ese roedor alimentado a base de pizza y empanadas de delivery no asomara su peluda cabeza.
- Ojalá, mirá si eso me va a parecer raro, no… eran… eran… no lo puedo ni decir…-gimió el Gordo, mientras con un ojo vigilaba las cajas y con el otro las barras de download.
- Vamos, tontito, vos podés -dije, cayendo en la cuenta de que a lo mejor el curso de relaciones interpersonales en pdf que me había bajado no era tan bueno como decían.
- Pantalones pinzados…- dijo Resetti, agarrándose la cabeza con las manos. Los ojos, húmedos por el exceso de colirio, se le llenaron de lágrimas.
- No te creo.
- Camisas rosadas, celestes, con unos tramaditos medios raros, zapatos náuticos… era horrible -dijo, al borde del llanto.
- ¿Corporativos? ¿Acá? No puede ser- dije, casi indignado.
- Lo mismo decía yo, pero empezaron a venir todos los días. Primero fueron 2, 3, 4, llegaron a tener 8 máquinas para ellos, ¿entendés? 8 máquinas, en mi boliche, tengo una trayectoria, la gente empezó a dejar de venir, los clientes tenían miedo, fue espantoso… -dijo, quebrándose en una convulsión de angustia.
Logró conmoverme. Le apoyé una mano en el hombro. No me acuerdo si fue un gesto genuino o si lo había leído en el archivo sobre magnetismo personal que encontré en Rapidshare.
- Contame, vamos, no me aflojes ahora, ¿qué venían a hacer?
- Venían a jugar…
- Bueno, no es para tanto eso.
- El tema es a qué jugaban… Accedían a un site creado por ellos, y ahí estaba el juego, era algo especial, distinto, nunca ví una cosa como esa, y mirá que tengo decádas de monitor y joystick encima, papá -dijo, recuperando un poco la confianza.
- Contame, qué onda el juego.
- Buenos gráficos, escenarios interesantes, buena versatilidad de personajes y una historia bien planteada. A nivel sonido, música muy cool y efectos de gran profundidad y realismo. Puede resultar lento sin la placa de video adecuada, pero se puede jugar en dos resoluciones para los que todavía estén un poco más retrasados en la tecnología. Una buena opción de Misterious Games.
- ¿Pero cómo se llamaba el juego? ¿Qué pasaba? Ya me vendiste varios con la misma sanata.
- Se llamaba “Tiburcio Hunting”. Un grupo de empleados de IT de una Gran Corporación, corrían a un Director de Arte por los pasillos de una extraña agencia de publicidad. Una vez que lo atrapaban, lo conectaban a una mega computadora que le extraía todos sus conocimientos. Ojo, que tenía lo suyo.
- ¿Y vos como sabés tanto?
- Empecé monitoreándoles los equipos con el radmin, pero al final me enganché a jugar. Gané un par de veces, pero no me terminé de copar, porque no había templos de la muerte, ni cuerpos que reventaban de sangre, ni risas satánicas, ni misiones complicadas y violentas, ni una visión primitiva y despiadada de la vida apenas disfrazada de diversión copada y moderna. La cuestión es que por suerte hace unos días dejaron de venir y las cosas volvieron a la normalidad.
- ¿Tenés algún dato? ¿De qué empresa son?
- De Alimentos Arlequín, o al menos eso decían las tarjetas de acceso que no se sacaban nunca. El primero que empezó a venir, el que parecía ser el jefe de todos, se llamaba Víctor Chipper. Su usuario era vic_chip_27, imaginate, ja, je, ji, jo, ju...
- ¿Alimentos Arlequín? Está acá cerca, ¿no? -pregunté, en parte para cortar la risa espasmódica del Gordo
- ¡Kernel! -gritó el Gordo.
Me di vuelta para encontrar la cabeza de un hámster del tamaño de un monitor de 14 pulgadas. Preferí no esperar el dato que podría encontrar también en comoviajo.com y me alejé de Resetti, que tenía a upa a su roedor con sobrepeso, mientras le convidaba restos de fainá que había despegado de la única ruedita sana de su silla. Arriba, Tincho seguía mirando la pantalla apagada, mientras una fila de 15 personas lo miraba a él, a la espera de sus designios tarifarios. Salí a la calle e inmediatamente seguí el camino que me indicó el GPS para llegar a la sede central de Alimentos Arlequín.


CONTINUARÁ...

sábado, 20 de marzo de 2010

Dark Pantone (El primer policial negro sudamericano publicitario nerd) Capítulo 3


Resumen de los capítulos anteriores:


Dark Pantone, detective afiliado a SUIPMPYA: Sindicato único de Investigadores Privados del Mundo Publicitario y Afines, es contratado para encontrar a Tiburcio Anselmi, Director de Arte Senior y leyenda de la creatividad, quien aparentemente está involucrado en un misterioso proyecto publicitario – científico y hace tiempo que desapareció de todos los lugares que solía frecuentar, incluyendo el MSN y el Skype.


Capítulo 3 en sí mismo:


Mientras avanzaba por la vereda esquivando a cadetes con y sin moto enceguecidos por entregar sobres urgentes en mano, repasaba en forma de bullets mentales, animados algunos de ellos con efectos tipo wipe, todo lo que sabía sobre el lugar al que me estaba dirigiendo: la cueva del Gordo Resetti. Para resumirlo en un slide, recordé lo siguiente:

  1. La cueva del Gordo Resetti había comenzado en los `80 como lo que en aquellos fluorescentes días se llamaba “casa de computación”
  2. Conseguía juegos para Commodore, TK 90, Atari o Coleco Vision.
  3. Daba consejos, especialmente sobre sexualidad, para púberes que salían aún más confundidos de lo que habían entrado
  4. En los ´90 mutó a Maxikiosco con fax, locutorio, venta de CD´s vírgenes, etc. Además conseguía programas y juegos para sus clientes habituales: los púberes confundidos que para ese entonces eran jóvenes que se nucleaban en “tribus urbanas”
  5. En algún momento de los 2000 pasó a ser un cyber con juegos en red y quiosco, donde los jóvenes (otros, porque los anteriores habían crecido) se pasaban el día encerrados entre las paredes tapizadas con alfombra negra jugando torneos interminables y vaciando las heladeras de gaseosas.
  6. Se cree que Góticos, Emos, Floggers, Cyberpunks y Ultradadaístas Postnucleares (estos no prosperaron demasiado) comenzaron a juntarse en el escasamente ventilado local.
  7. Cualquier programa que existiera, que se estuviera creando, o que alguien estuviera pensando en crear, podía conseguirse en lo del Gordo Resetti.


Muchas gracias por su atención.

Coffee Break


Mientras tomaba mi café en vaso de cartón que por milagro había aparecido en mi mano, veía la puerta del local, pocos metros delante mío. Cuando entré, la típica “sputza eléctrica” golpeó mi olfato: los olores del plástico y los metales recalentados se mezclaban con el sudor humano. Harían no menos de 67 grados Celsius. Traté de proteger mis papilas olfativas, hundiendo mi nariz en lo que quedaba de café. La verdad es que todavía quemaba.

Pálido, consumido, balanceándose como a punto de caerse sobre la banqueta detrás de los chicles, los caramelos y los cigarrillos, estaba el Flaco Tincho, el encargado del local. Era difícil precisar su edad, podía tener 50, o bien 14 muy mal llevados. Tenía la mirada perdida en la nada, lo que, en algún punto, lo favorecía.

- Hola, Tincho, necesito hablar con Aldo- dije.

Sus labios temblaron, como si en efecto fuera a contestarme algo, pero justo antes de que algún sonido lograra escaparse de su boca, una voz lo interrumpió.

- ¿Me cobras la 8?- preguntó un adolescente con la cara tapada por un mechón de pelo oscuro.

- La 8- repitió Tincho, como si estuviera bajo el efecto de la hipnosis. Miró el monitor anticuado que estaba escondido entre los paquetes de golosinas, y apretó enter. Después, movió el mouse. Tocó enter de nuevo. Enseguida la barra espaciadora. Movió el mouse, otra vez. Y siguió con enter, barra espaciadora y el botón izquierdo del mouse. Se quedó mirando el monitor durante algo así como un minuto y medio. Apretó enter. Después la barra espaciadora. Movió el mouse. A mi lado, el adolescente se mantenía estático, con la boca entrabierta. Tincho apretó enter. Después, movió el mouse. Se quedó mirando el monitor.

- 6 con 25- dijo, por fin.

Creí que la pesadilla había terminado, pero una fila de 5 adolescentes esperaba para que le cobren atrás del emo de la mandíbula caída.

“Crisis es oportunidad”, pensé. “Pero en chino”, pensé después, aclarándome las cosas a mí mismo. Fui pasando por atrás de la fila de adolescentes hasta colarme por el costado del mostrador. Tincho movió el mouse y apretó enter. Por encima de su hombro pude ver que el monitor estaba apagado. Corrí la cortina oscura, cuyas fibras se mantenían unidas por la mugre compacta que tenían adherida, y bajé una escalera recta, angosta. Me estaba internando en el corazón de la cueva del Gordo Resetti. Una puerta con una señal vial de Alta Tensión era la última barrera hacia el submundo de la informática. La abrí.

Lo que encontré adentro era mucho peor de lo que podría haber imaginado: unos 15 cpu´s, muchos de ellos en el piso, y todos con la carcaza abierta, funcionaban en un cuarto de 3 por 3. Cajas de pizza y latas de gaseosa formaban un colchón de unos 30 centímetros de alto. Por entre las cajas asomaban discos rígidos cuyos conectores se perdían entre la geografía pegajosa del cartón con muzzarella. Sentado frente a un monitor de 47 pulgadas, con los ojos enrojecidos y una remera negra con la tapa de Nevermind, que tenía una porción de pizza pegada a la altura de la panza, estaba el Gordo Resetti.

- ¿Cómo accediste acá?- preguntó el Gordo.

- Soy Dark Pantone, no necesito password- dije. Me gustó esa frase también, y pensé que tenía que hacer urgente un back up de frases.

- Ya se quién sos, vos venías acá para que te llenáramos el dataset– dijo el Gordo. Recordé el quejido lastimoso de la transferencia de datos a cinta, mientras apretaba con mi mano el cuello inabarcable de Resetti.

- No tengo tiempo que perder, Aldo. Estoy buscando a Tiburcio Anselmi, un director de arte premiado en todos los festivales, los buenos y los berretas, necesito saber si escuchaste algo- dije. Vi los ojos del Gordo desdibujarse por el miedo.

- ¿Ti…Ti… Tiburcio?- balbuceó – No… no… se nada- dijo, dándole formato de jingle a la mentira que estaba diciendo.

Vi en el monitor las barras de download del Torrent. Seguí con la vista la maraña de cables que se enlazaban unos con otros. Zapatillas lastimosamente sostenidas con cinta aisladora, adaptadores de todo tipo y triples llevaban hasta el único enchufe utilizable que colgaba de la pared, atrás de una grande de jamón y morrones a medio masticar. Salté hasta el enchufe. El Gordo me quiso detener, pero tenía las piernas dormidas, inutilizadas por la falta de movimiento y por haberse convertido con el tiempo en dos tanques de acopio de JMAF, aspartame y azúcar.

- Decime qué sabes de Tiburcio Anselmi o desenchufo todo- dije.

- No, en serio, no se nada- repitió.

Comencé a tirar del enchufe. Era más probable que me electrocutara antes de que lograra desactivar algo, pero en los parámetros de Resetti el funcionamiento de las máquinas estaba antes que la vida humana.

- ¡No, por favor! -exclamó- Hace 32 días que estoy bajando el Universe Infinitum Red Point, el sistema operativo que va a reemplazar todo, es una versión beta y necesito 17 máquinas en línea para correrlo, pero lo tengo que tener primero que nadie…-

- ¿Va a reemplazar a todos los sistemas operativos?

- No, a todo, a todo lo que existe… Igual, si cortás la descarga la reanudo, no pasa nada. Ja, je, ji, ja.

La risa del Gordo estaba en el límite con la convulsión nerviosa. En el límite, pero del otro lado.

- No solamente voy a cortar la descarga sino que te voy a hacer un formateo de los discos, pero un formateo lento, para que no quede un miserable bite en ninguno de tus mugrientos clusters- dije, remarcando cada palabra.

Dio resultado: Resetti bajo la cabeza, resignado, y empezó a decirme todo lo que sabía.


CONTINUARÁ...

domingo, 7 de marzo de 2010

Dark Pantone (El primer policial negro sudamericano publicitario nerd) Capítulo 2

Resumen del capítulo anterior:

Dark Pantone, detective afiliado a SUIPMPYA: Sindicato único de Investigadores Privados del Mundo Publicitario y Afines, recibe en su oficina a un diseñador que busca al director de su estudio y luego a una mujer, que podría ser catalogada como “top spender” por algunas tarjetas de crédito, que le hace una oferta que no puede rechazar para que acepte el caso.

Capitulo 2 propiamente dicho:

- Este junior no sabe nada. Necesito que tome el caso ASAP. Dígame si con esto es suficiente –dijo, y sacó de su bolsillo justo lo que yo esperaba ver como última cosa, o como primera, en el caso de haber estado incubando la idea de hacer un museo de la IT: una foto de Steve Wozniak en el momento de encender la Apple II, autografiada por él mismo.
- Vamos, ¿acaso piensa que soy un principiante? Hasta un pasante podría hacer eso con un par de herramientas de photoshop básicas, casi sin usar plugins–
- Se equivoca, señor Pantone, la foto está autenticada por la Reserva Federal y por el MIT– dijo, y como una vendedora experta la puso al alcance de mi mano para que pudiera verla mejor. Alcancé a notar el relieve de la firma y la tinta azulada de los sellos.
- Si fuera de la Apple I estaría mejor…- intenté negociar.
- De acuerdo, algún otro detective tomará el caso– dijo, guardando la foto. Imaginé la subasta en e-bay, los números trepando hasta el infinito, casi pude ver los comentarios negativos en mi blog, tildándome de MEDIOCRE y OPORTUNISTA (así con mayúsculas), mi tweeter ahogado por una catarata de insultos de pocos caracteres pero contundentes, los foros de tecnología bastardeando mi nombre hasta el cansancio, el LinkedIn igual que siempre. Era demasiada tentación.
- Oiga, de acuerdo, pero todavía no nos presentamos.
- Soy Inés Renderiaga del Toboso Ancaschegui, pero me dicen “Kiki”, soy Brand Team Manager Leader Developer in Global Marketing– dijo, y me dio su tarjeta personal, en la que pude notar la laca sectorizada y el color especial resaltando cada letra del interminable y aristocrático nombre.
- Bien, la escucho.
Encendió su netbook, que todavía olía a container recién llegado al puerto. Esperamos 27 minutos a que cargara todos los programas que tenía en la barra de inicio, y luego buscó en una sucesión interminable de carpetas la foto de un hombre de casi 50 años, canoso, de barba y pelo largo, una mezcla de patriarca con hippie trasnochado.
- Este es mi socio, Tiburcio Anselmi, Director de Arte Senior, una leyenda de la creatividad, se cree que inventó el pulóver con escote en M y que fue el primero en proponer para una campaña un teledirigible chiquito, como ese que da vueltas por Retiro, adelantándose 20 años a su tiempo. La cuestión es que desapareció hace unos días. Sabemos que se estaba dedicando a un proyecto especial, un desarrollo que él decía que iba a hacer historia, no sólo en el mundo de la publicidad y el diseño, sino también en el de la ciencia. Al principio parecía sólo un pasatiempo, un mero hobbie, pero de a poco comenzó a obsesionarse, hasta que dejó de venir al estudio. Comenzó a poner extraños mensajes en el msn, como “Dios no renderiza con dados” o “Dame un layer y moveré el mundo”, luego no vino más, y el resto ya se lo contó este…-
Kiki no pudo terminar la frase: un fuerte ruido sonó a sus espaldas. Me levanté de un salto, haciendo llorar los resortes de mi viejo sillón modelo ejecutivo, que había conseguido por unos pocos pesos cuando desmontaron una empresa que había llegado a costar 450 millones de libras esterlinas, durante doce minutos, allá en el lejano boom de las punto com, cuando una humanidad llena de inocencia temía a un Y2K inexistente. Vi al joven diseñador tirado en el piso, convulsionando. Su piel estaba más verde que lo habitual, y había perdido cualquier ajuste de contraste posible. Daba vueltas pateando los pocos muebles que todavía servían. Kiki, horrorizada, protegía como podía su netbook y su cartera Dolce&Gabbana. Me arrojé sobre el muchacho. Busqué por todo su cuerpo hasta que encontré lo que estaba buscando. Le puse lo más rápido posible los auriculares y busqué en su iPod el tema más saturado de trash metal que encontré. Cuando el estrépito incomprensible de sonido fue masajeando sus neuronas, las convulsiones terminaron, pero su mirada seguía perdida y tenía las pupilas dilatadas. Vi la mochila, aplastada contra una de sus zapatillas negras y tuve una intuición. Encontré el alfajor Fantoche triple y se lo puse en la boca como pude. Empezó a reaccionar.
- Oiga, no puede dejar a este chico sin su música y sus alimentos básicos. ¿Acaso intenta matarlo? Cualquiera que busca “junior” en la Wikipedia lo sabe–
- Mis problemas son más graves, señor Pantone, y espero que usted pueda solucionarlos–
Recosté al muchacho sobre un puf promocional que me habían dado en una ExpoDetective, en la época buena, cuando todavía se hacia en Costa Salguero y fui hasta la puerta. Me di vuelta para mirar a Kiki. Sus ojos celestes, acosumbrados a mirar siempre las pantallas de las máquinas más caras del mercado, se cruzaron con los míos.
- Me llamo Dark Pantone, y ahora este también es mi problema– dije, y como me gustó bastante la frase no quise agregar nada más, a ver si me pedían dos opciones más para presentar. La dejé a Kiki desesperada por encontrar una red wi fi, al chico masticando su alfajor, a mi secretaria indignada por tener que estar cerca de algún ser que respire, y me dirigí al único lugar, o debería decir antro, donde podría empezar a buscar a Tiburcio Anselmi.

CONTINUARÁ...

Dark Pantone (El primer policial negro sudamericano publicitario nerd) Capítulo 1

Ese parecía ser un día como cualquier otro en mi oficina: el ventilador daba vueltas, siempre para el mismo lado, intentado refrescar el aire sofocante del ambiente. Ya había gastado 3 resmas de papel ilustración de 180 grs. intentando hacer que los avioncitos aterrizaran en el tacho de basura, pero ni siquiera ese gramaje contundente lograba abrir la tapa metalizada del cesto con pedal que me había llegado como pieza de marketing directo durante los años 90. Mi secretaria, una diagramadora de revistas que no pudo superar la versión 2 del Quark y había tenido que abandonar la profesión abrió la puerta para decirme eso que ya era una rareza:
- Señor, un cliente lo quiere ver.
Creí que me estaba gastando una broma, pero en los 17 años que la conocía jamás la había visto sonreír. Detrás de ella apareció un muchacho que tenía el aspecto inconfundible de un diseñador gráfico o un editor de video: ropas oscuras, un piercing en la ceja, una mochila que tal vez no tuviera nada pero de la que no podía separarse y el tono verde monitor grabado en el rostro, como si los rayos del sol actuaran en una jurisdicción distinta a la de la pigmentación de su piel. Se sentó frente a mí, como buscando las palabras para decir algo.
- Me dijeron que usted es el mejor investigador privado del mundo publicitario y afines.
- Eso dicen...-
- ¿Quiénes?
- No se, pero lo dicen... creo, además estoy afiliado al SUIPMPYA: Sindicato único de Investigadores Privados del Mundo Publicitario y Afines. En fin... ¿cuál sería el brief de este caso?
Se puso nervioso, moviéndose en su silla, como un creativo sin ideas en su primera presentación ante un cliente impredecible.
- Bueno, brief no tengo...
- Qué raro-dije, arrepintiéndome de mi ironía, porque necesitaba el dinero para pagar las cuotas de mi iMac.
- Pero le puedo contar lo que pasó: el director de nuestro estudio de diseño desapareció por completo, sólo habla con nosotros a través del chat de Facebook, pero sus respuestas son inconsistentes, como si alguien estuviera respondiendo por él, ayer se confundió un filtro de stylize con uno de sharpen en photoshop, eso nunca le hubiera pasado, en realidad nos pasa más a nosotros, estamos desesperados...
- ¿Y yo que puedo hacer?
- Necesitamos que lo busque, podemos pagar lo que sea, siempre y cuando no sea mucho...
- No puedo aceptar el caso. Su jefe podría estar en un Workshop en un hotel boutique...
- ¿Con el iPhone apagado? No lo apaga ni cuando tiene que actuar en las obras del jardín de infantes de su hijo.
La discusión amenazaba con continuar como un loop de video en el plasma del stand de una empresa en una exposición, pero la puerta se abrió y lo que vi superó todo lo que yo esperaba: una mujer refinada, elegantemente vestida, que no hubiera desentonado en el lanzamiento de ninguna marca líder del segmento ABC1, incluso A1. Se acercó hasta mi escritorio con seguridad, sin darme la posibilidad de intentar detenerla.
- Este junior no sabe nada. Necesito que tome el caso ASAP. Digame si con esto es suficiente –dijo, y sacó de su bolsillo justo lo que yo esperaba ver...

CONTINUARÁ...