Resumen de los
capítulos anteriores:
Dark Pantone, detective afiliado a SUIPMPYA: Sindicato Único de Investigadores Privados del Mundo Publicitario y Afines, descubre el plan macabro del megacreativo publicitario Silvio Silver para dar vida a un ser humano usando Photoshop. El experimento no sale según lo planeado y el humanoide comienza a huir, trepando por las entrañas del rascacielos de Parnasus&Parnasus, la agencia de publicidad más poderosa del orbe.
Dark Pantone, detective afiliado a SUIPMPYA: Sindicato Único de Investigadores Privados del Mundo Publicitario y Afines, descubre el plan macabro del megacreativo publicitario Silvio Silver para dar vida a un ser humano usando Photoshop. El experimento no sale según lo planeado y el humanoide comienza a huir, trepando por las entrañas del rascacielos de Parnasus&Parnasus, la agencia de publicidad más poderosa del orbe.
Capítulo 12 en su noción particular inherente y abarcativa:
A pesar de su aspecto
blandengue y gelatinoso, el humanoide subía a toda velocidad, mientras Tiburcio
y yo reptábamos como gusanos reumáticos por el interior del tirabuzón.
Cubiertos de sudor y polvo llegamos hasta la cima. Encontramos a los creativos
abrazados en un rincón, con sus rostros pálidos y ojerosos, dominados por un
pánico aún mayor que aquel que debían enfrentar cada vez que le presentaban una
idea a Silver. El humanoide les hablaba con su voz de magnetófono humedecido,
mientras ellos escuchaban aterrados.
- Lo importante es respetar a las mujeres y los
niños. No crear mensajes engañosos. Ser considerado con las minorías. No avalar
las mentiras de las corporaciones- sermoneaba con tono eclesiástico el
indescriptible Hombre de Photoshop.
- ¡Es mi sueño, un publicitario con ética! Creí que
jamás iba a vivir para verlo- dijo Anselmi, con orgullo.
- ¡Es verdad: no vivirás para verlo!- aulló
Silver, surgiendo desde el ascensor, dispuesto a golpear a Tiburcio con un palo
de golf. Cuando parecía que la crisma del anciano iba a quedar esparcida por la
decoración estilo cuarto de adolescente adinerado y aburrido que algún
decorador de tarifas siderales había elegido para el lugar, el humanoide estiró
una mano y lanzó una bofetada que arrojó a Silver contra la pared, entre la
expendedora de golosinas y el tiro al blanco. Como zombies dispuestos a comerse
un cerebro, los creativos saltaron sobre él, con la fuerza de una venganza que
lleva muchos años esperando. En ese momento, entraron varios guardias de
seguridad. El humanoide lanzó una especie de señal de alarma al verlos y salió
corriendo. Al verse acorralado, rompió un vidrio de la cúpula utilizando una
suerte de martillo neumático retráctil que salió de su pecho y comenzó a correr
por la pasarela suspendida en el aire que Silver usaba para inspirarse,
contemplando la infinitud del horizonte cuando no se le ocurría absolutamente
nada y no conseguía exprimir ni siquiera a algún junior que todavía conservaba algún resabio de imaginación. Un Silver que, por otro lado, pedía ayuda a los guardias de seguridad
para que los creativos dejen de cachetearlo, pero no lograba demasiado
entusiasmo por parte de quienes debían salvarlo, que miraron para otro
lado y salieron a perseguir al gelatinoso ser animatrónico. Tiburcio y yo
salimos a toda velocidad tras ellos. El humanoide llegó al borde de la pasarela
y nos miró con sus ojos de magma colorinche. Nuestras miradas se cruzaron. El
tiempo pareció detenerse. Los guardias estaban a la expectativa. Tiburcio
miraba asustado y embelesado como una madre ante la monería extrema de su hijo
favorito e incontrolable. Silver seguía recibiendo bofetadas tanto de revés
como de drive. Si acaso en aquel rostro gomoso y traslucido podía dibujarse una
expresión humana, fue en ese momento que creí verla: una expresión de súplica,
un pedido de ayuda desesperado, acompañado de un gemido idéntico al de un fax dando
señal. Pero el viento soplaba a toda velocidad y el peligro era demasiado.
Entonces, avancé hacia el humanoide e hice lo único que podía hacer…
Pero todo eso pasó hace ya algún tiempo. La carrera de Silver cayó en desgracia. Fue condenado a
27 años de prisión por secuestro, manipulación genética y estética indebida,
manejo inescrupuloso de poder e hinchapelotez laboral extrema sin atenuantes.
Logró salir en libertad y pudo cumplir su condena escribiendo publicidades e
himnos laudatorios en rigurosos versos alejandrinos para organismos del Estado
nacional y países miembros de la
Unasur de por vida. Tiburcio volvió a la actividad con toda
la gloria que le correspondía, e incluso un poco más: fue llamado a presidir el
comité organizador del festival de Grummesslang,
se casó con una escandinava de 23 años y jamás regresó al país. Kiki me dio una
entrevista privada y no fue difícil entender por qué era tan querida en el
ambiente. Víctor Chipper y los hermanos Gorritti tuvieron la peor condena
posible: se dedicaron a reparación y mantenimiento de PC para poder sobrevivir. En cuando al
humanoide, en fin, aquella tarde, en esa pasarela suspendida sobre la ciudad,
cuando le presté mi sobretodo y lo saqué de allí, estaba convencido de estar
metiéndome en un problema. Pero después de un tiempo, descubrí que era un gran
compañero de trabajo: compatible con todos los sistemas operativos, con banda
ancha satelital, alta velocidad de procesamiento, y un gran sentido del humor,
que comencé a apreciar después que me acostumbré al carraspeo metálico de su
voz artificial. Además, prepara un café excelente y logró hacer sonreír cuatro veces
en los últimos meses a mi secretaria, que claramente prefiere interactuar con seres no humanos. Cuando surge un caso trabajamos como dupla,
resolviendo de la manera más creativa y audaz las situaciones más difíciles,
aún con los clásicos briefs incompletos o vacíos del todo que nos acercan nuestros clientes. Lo bauticé “Layer”, pero los más cercanos lo conocemos como
“Lay”. Qué más puedo decir: creo que es el comienzo de una hermosa amistad.
FIN
KAPUT
THE
END
SE
FINÍ
WAR
IS OVER
GAME
OVER