domingo, 9 de enero de 2011

Dark Pantone (El primer policial negro sudamericano publicitario nerd) Capítulo 10

Resumen de los capítulos anteriores:

Dark Pantone, detective afiliado a SUIPMPYA: Sindicato Único de Investigadores Privados del Mundo Publicitario y Afines, logra encontrar a Tiburcio Anselmi, Director de Arte Senior y monumento viviente a la genialidad creativa, quien está en manos de una extraña organización liderada por el publicitario más famoso de Latinoamérica: Silvio Silver, ambicioso personaje que esconde un oscuro secreto.

Capítulo 10 en su unicidad indivisible y consustancial:

Espiral de locura egotista, tirabuzón demencial o cambio de paradigma enajenado, con cualquiera de esos coloridos nombres podría haber bautizado una civilización extraplanetaria al camino circular que era como un intestino rococó hundido en las entrañas del edificio de Parnasus&Parnasus por el cual bajaba el Segway sin poder detenerse. Sobre los laterales se veían, dentro de vitrinas con algo de roña adherida a los vidrios, escenas de la vida de Silvio Silver representadas con muñecos autómatas en miniatura: Silvio Silver disertando en el festival de Cannes, Silvio Silver recibiendo alguno de sus innumerables premios Clio, Silvio Silver saludando a un senador de los EEUU, Silvio Silver viajando en jet privado con estrellas de la NBA, Silvio Silver tomando whisky on the rocks con Mick Jagger en un castillo en Escocia, Silvio Silver dirigiendo una publicidad de pañales protagonizada por George Clooney y Julia Roberts, Silvio Silver donando un microscopio nuclear a la Universidad del Comahue…, las escenas me hipnotizaban, no podía pensar, sólo podía dejar que mi vista se recreara con ese pequeño mundo de chifladuras animadas. La espiral descendente de iconografía autocelebratoria llegó hasta una vitrina vacía, donde había un cartel que decía: “Muy pronto aquí: Grummesslang, o los destruiré a todos malditos mediocres sin talento que no reconocen a un verdadero creador que ve más allá de su época y está adelantado a todo lo que existe”. Detrás de ese cartel, se acumulaban las telarañas y un grupo de bichos bolita estaban organizando los esbozos de una micro ciudad con el polvo acumulado. El trance en el que me hallaba hizo que me diera cuenta demasiado tarde de que la puerta de salida se había abierto. Mi recorrido terminó contra los hermanos Gorriti que formaban una barrera como si estuvieran esperando un tiro libre. Me empujaron del Segway. Desde el suelo, pude ver que estaba en un lugar iluminado con luces de distintos colores, una especie de cueva con grandes sillones y tuberías retorcidas conectadas a varias mac en red, una mezcla de laboratorio de científico loco con boite de los años `70. Silvio Silver, con un delantal blanco, oprimía los teclados de las mac, saltando de una a la otra, mientras las dos chicas iguales le disparaban una serie de preguntas:
- ¿Aumentamos la presión?
- ¿Inyectamos más protoplasma?
- ¿Reordenamos los núcleos intercelulares?
- ¿Activamos la sinapsis convulsiva?
Pude ver que todas las tuberías terminaban en una camilla cubierta por una lona vinílica, ploteada con la imagen de Silvio Silver vestido como científico con un castillo y un cielo cubierto por rayos de fondo. Debajo, se dibujaba la silueta de una figura humana. Dos de los hermanos Gorriti se habían alejado para custodiar a un hombre que miraba la escena con expresión de resignación. Tenía una cabellera blanca y venerable, una barba tupida que brillaba como la nieve sobre los Alpes suizos, la mirada clara, llena de sabiduría y combinaba unas sandalias hippies de cuero con una chomba de marca. “Tiburcio Anselmi”, pensé. El hombre me miró.
- Sí, soy yo, pero ya es demasiado tarde -dijo.
- Pero yo no dije nada -contesté.
- No intentes comprender, sólo deja que la energía te bañe con su esencia -dijo.
- ¡Basta de falsa sabiduría orientaloide! ¡Estoy por lograr mi obra cumbre! ¡No arruinen con su parloteo vacío este momento de clímax narrativo!
- Tu obra cumbre es una locura, Silvio, crear algo tan importante es una enorme responsabilidad, más aún que hacer spots de TV para el público infantil. Estás usando para el mal una idea que tuve para el bien, como hiciste desde que eras un inocente junior allá lejos y hace tiempo -dijo Tiburcio Anselmi.
- Ya nadie quiere escucharte, Tiburcio. Ahora llegó mi turno de demostrar que soy el más grande de todos -dijo Silvio Silver.
- Yo sí quiero escucharlo, parece interesante el tema -dije.
- Yo también -dijo el hermano Gorriti con la remera de Spok. El que tenía la remera de Mr.T le pegó un sopapo en la nuca.
- Callate, nene, hay que hacer lo que dice Silvio -dijo el Gorriti Mr.T.
- Cortenlan, loco -dijo el Gorriti Darth Vader.
- A ver, a ver, a ver…, quieren escuchar a Tiburcio, muy bien…, dejemos que este pobre anciano les explique de qué se trata todo esto, aprovechen la oportunidad de escucharlo antes de que ya no vuelva a frecuentar los ambientes más selectos del circuito publicitario y caiga en el ostracismo de algún trabajo de verdad.
Las dos chicas igual se agitaron, desesperadas.
- ¿Tenemos que tomar nota?
- ¿Armamos la minuta de la reunión?
- ¿Se conecta alguien vía video conferencia?
- ¿Vamos a proyectar en pantalla?
Silvio Silver levantó una mano. Las chicas se quedaron petrificadas en los lugares donde estaban. Anselmi resopló.
- Muy bien, les voy a contar cuál es el concepto que Silvio me está robando para presentar una idea como si la hubiera pensado él solo: durante años me dediqué a estudiar los secretos del Photoshop, llegué a conocer sus recovecos más intrincados, sus posibilidades más remotas, aquello que nadie había descubierto, mis conocimientos se hacían más amplios versión tras versión. Hasta que una noche de tormenta, mientras estaba reorganizando los layers de una imagen hiperrealista de un personaje para animar, en mi casa de campo en Chañar Ladeado, se desató una fuerte tormenta eléctrica. Sabia que debía hacer save as y apagar el equipo, pero no podía dejar mi trabajo, estaba poseído, una fuerza superior a mí me obligaba a seguir avanzando, hasta que pasó lo inevitable, un fuerte rayo cayó sobre mi mac. La luz me encegueció y caí hacia atrás en mi silla. Cuando pude levantarme…, vi…, algo…, que…, no…, podía…, ser…, imaginado…, por…, mente…, humana…, alguna…, traición…, inconcebible…,
- Vamos, Tiburcio -dijo Silvio Silver.
- Sí, perdón, en fin…, lo que vi, entre los restos calcinados de mi máquina, fue a un pequeño hombrecillo que bailoteaba, tarareando una música celta, vestido con un kilt, ya que el personaje era para una marca de whisky escocés. Luego de unos instantes, el hombrecillo se desvaneció, pero entonces ahí lo comprendí todo, absolutamente todo, el asunto era claro y prístino como el agua, la revelación se había producido…
Tiburcio Anselmi se quedó en silencio. Todos nos miramos confundidos.
- El tema este de la revelación, entonces…, vendría siendo que…, que…, o sea…, -dijo el Gorriti Mr. T.
- ¡Basta! ¡Otra vez con la sutileza! ¡Hay que ir a los bifes, Tiburcio, sino la gente no entiende nada de nada! ¿Cuándo lo vas a entender? -dijo Silvio Silver, acercándose hasta el teclado de las mac.
- ¡Carga eléctrica total! ¡Llegó el gran momento! -ordenó Silver.
Las dos chicas corrieron a activar unos aparatos llenos de palancas y luces desde donde salían los tubos que terminaban en las camillas.
- ¡Ahora van a entender todo, mediocres miserables, ahora van a ver la genialidad plasmada en la más grande obra jamás creada! -exclamó Silver, mientras fuertes estallidos de luz nos enceguecían haciendo vibrar todo el sótano.

CONTINUARÁ…