sábado, 20 de marzo de 2010

Dark Pantone (El primer policial negro sudamericano publicitario nerd) Capítulo 3


Resumen de los capítulos anteriores:


Dark Pantone, detective afiliado a SUIPMPYA: Sindicato único de Investigadores Privados del Mundo Publicitario y Afines, es contratado para encontrar a Tiburcio Anselmi, Director de Arte Senior y leyenda de la creatividad, quien aparentemente está involucrado en un misterioso proyecto publicitario – científico y hace tiempo que desapareció de todos los lugares que solía frecuentar, incluyendo el MSN y el Skype.


Capítulo 3 en sí mismo:


Mientras avanzaba por la vereda esquivando a cadetes con y sin moto enceguecidos por entregar sobres urgentes en mano, repasaba en forma de bullets mentales, animados algunos de ellos con efectos tipo wipe, todo lo que sabía sobre el lugar al que me estaba dirigiendo: la cueva del Gordo Resetti. Para resumirlo en un slide, recordé lo siguiente:

  1. La cueva del Gordo Resetti había comenzado en los `80 como lo que en aquellos fluorescentes días se llamaba “casa de computación”
  2. Conseguía juegos para Commodore, TK 90, Atari o Coleco Vision.
  3. Daba consejos, especialmente sobre sexualidad, para púberes que salían aún más confundidos de lo que habían entrado
  4. En los ´90 mutó a Maxikiosco con fax, locutorio, venta de CD´s vírgenes, etc. Además conseguía programas y juegos para sus clientes habituales: los púberes confundidos que para ese entonces eran jóvenes que se nucleaban en “tribus urbanas”
  5. En algún momento de los 2000 pasó a ser un cyber con juegos en red y quiosco, donde los jóvenes (otros, porque los anteriores habían crecido) se pasaban el día encerrados entre las paredes tapizadas con alfombra negra jugando torneos interminables y vaciando las heladeras de gaseosas.
  6. Se cree que Góticos, Emos, Floggers, Cyberpunks y Ultradadaístas Postnucleares (estos no prosperaron demasiado) comenzaron a juntarse en el escasamente ventilado local.
  7. Cualquier programa que existiera, que se estuviera creando, o que alguien estuviera pensando en crear, podía conseguirse en lo del Gordo Resetti.


Muchas gracias por su atención.

Coffee Break


Mientras tomaba mi café en vaso de cartón que por milagro había aparecido en mi mano, veía la puerta del local, pocos metros delante mío. Cuando entré, la típica “sputza eléctrica” golpeó mi olfato: los olores del plástico y los metales recalentados se mezclaban con el sudor humano. Harían no menos de 67 grados Celsius. Traté de proteger mis papilas olfativas, hundiendo mi nariz en lo que quedaba de café. La verdad es que todavía quemaba.

Pálido, consumido, balanceándose como a punto de caerse sobre la banqueta detrás de los chicles, los caramelos y los cigarrillos, estaba el Flaco Tincho, el encargado del local. Era difícil precisar su edad, podía tener 50, o bien 14 muy mal llevados. Tenía la mirada perdida en la nada, lo que, en algún punto, lo favorecía.

- Hola, Tincho, necesito hablar con Aldo- dije.

Sus labios temblaron, como si en efecto fuera a contestarme algo, pero justo antes de que algún sonido lograra escaparse de su boca, una voz lo interrumpió.

- ¿Me cobras la 8?- preguntó un adolescente con la cara tapada por un mechón de pelo oscuro.

- La 8- repitió Tincho, como si estuviera bajo el efecto de la hipnosis. Miró el monitor anticuado que estaba escondido entre los paquetes de golosinas, y apretó enter. Después, movió el mouse. Tocó enter de nuevo. Enseguida la barra espaciadora. Movió el mouse, otra vez. Y siguió con enter, barra espaciadora y el botón izquierdo del mouse. Se quedó mirando el monitor durante algo así como un minuto y medio. Apretó enter. Después la barra espaciadora. Movió el mouse. A mi lado, el adolescente se mantenía estático, con la boca entrabierta. Tincho apretó enter. Después, movió el mouse. Se quedó mirando el monitor.

- 6 con 25- dijo, por fin.

Creí que la pesadilla había terminado, pero una fila de 5 adolescentes esperaba para que le cobren atrás del emo de la mandíbula caída.

“Crisis es oportunidad”, pensé. “Pero en chino”, pensé después, aclarándome las cosas a mí mismo. Fui pasando por atrás de la fila de adolescentes hasta colarme por el costado del mostrador. Tincho movió el mouse y apretó enter. Por encima de su hombro pude ver que el monitor estaba apagado. Corrí la cortina oscura, cuyas fibras se mantenían unidas por la mugre compacta que tenían adherida, y bajé una escalera recta, angosta. Me estaba internando en el corazón de la cueva del Gordo Resetti. Una puerta con una señal vial de Alta Tensión era la última barrera hacia el submundo de la informática. La abrí.

Lo que encontré adentro era mucho peor de lo que podría haber imaginado: unos 15 cpu´s, muchos de ellos en el piso, y todos con la carcaza abierta, funcionaban en un cuarto de 3 por 3. Cajas de pizza y latas de gaseosa formaban un colchón de unos 30 centímetros de alto. Por entre las cajas asomaban discos rígidos cuyos conectores se perdían entre la geografía pegajosa del cartón con muzzarella. Sentado frente a un monitor de 47 pulgadas, con los ojos enrojecidos y una remera negra con la tapa de Nevermind, que tenía una porción de pizza pegada a la altura de la panza, estaba el Gordo Resetti.

- ¿Cómo accediste acá?- preguntó el Gordo.

- Soy Dark Pantone, no necesito password- dije. Me gustó esa frase también, y pensé que tenía que hacer urgente un back up de frases.

- Ya se quién sos, vos venías acá para que te llenáramos el dataset– dijo el Gordo. Recordé el quejido lastimoso de la transferencia de datos a cinta, mientras apretaba con mi mano el cuello inabarcable de Resetti.

- No tengo tiempo que perder, Aldo. Estoy buscando a Tiburcio Anselmi, un director de arte premiado en todos los festivales, los buenos y los berretas, necesito saber si escuchaste algo- dije. Vi los ojos del Gordo desdibujarse por el miedo.

- ¿Ti…Ti… Tiburcio?- balbuceó – No… no… se nada- dijo, dándole formato de jingle a la mentira que estaba diciendo.

Vi en el monitor las barras de download del Torrent. Seguí con la vista la maraña de cables que se enlazaban unos con otros. Zapatillas lastimosamente sostenidas con cinta aisladora, adaptadores de todo tipo y triples llevaban hasta el único enchufe utilizable que colgaba de la pared, atrás de una grande de jamón y morrones a medio masticar. Salté hasta el enchufe. El Gordo me quiso detener, pero tenía las piernas dormidas, inutilizadas por la falta de movimiento y por haberse convertido con el tiempo en dos tanques de acopio de JMAF, aspartame y azúcar.

- Decime qué sabes de Tiburcio Anselmi o desenchufo todo- dije.

- No, en serio, no se nada- repitió.

Comencé a tirar del enchufe. Era más probable que me electrocutara antes de que lograra desactivar algo, pero en los parámetros de Resetti el funcionamiento de las máquinas estaba antes que la vida humana.

- ¡No, por favor! -exclamó- Hace 32 días que estoy bajando el Universe Infinitum Red Point, el sistema operativo que va a reemplazar todo, es una versión beta y necesito 17 máquinas en línea para correrlo, pero lo tengo que tener primero que nadie…-

- ¿Va a reemplazar a todos los sistemas operativos?

- No, a todo, a todo lo que existe… Igual, si cortás la descarga la reanudo, no pasa nada. Ja, je, ji, ja.

La risa del Gordo estaba en el límite con la convulsión nerviosa. En el límite, pero del otro lado.

- No solamente voy a cortar la descarga sino que te voy a hacer un formateo de los discos, pero un formateo lento, para que no quede un miserable bite en ninguno de tus mugrientos clusters- dije, remarcando cada palabra.

Dio resultado: Resetti bajo la cabeza, resignado, y empezó a decirme todo lo que sabía.


CONTINUARÁ...

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