domingo, 16 de mayo de 2010

Dark Pantone (El primer policial negro sudamericano publicitario nerd) Capítulo 7

Resumen de los capítulos anteriores:

Dark Pantone, detective afiliado a SUIPMPYA: Sindicato Único de Investigadores Privados del Mundo Publicitario y Afines, está buscando a Tiburcio Anselmi, Director de Arte Senior consagrado y ovacionado en más de una o dos ocasiones. Descubre que un equipo de programadores fue contratado desde una extraña dirección de mail para desarrollar un juego llamado “Tiburcio Hunting”. Después de ese hallazgo, es interceptado en plena vía pública por tres desconocidos en un vehículo marca Renault modelo Traffic que circulaba en dirección norte-sur.

Capítulo 7 en su base constitutiva fundamental:

Las 3 máscaras de látex de Super Mario Bros tenían apenas más definición que los 8 bits del juego original. Me quedé alelado, como un sistema operativo anticuado intentando abrir la última versión de un software que necesita mucho más recursos que los disponibles. Los enmascarados, que tenían remeras de colores plenos, uno de ellos con la cara de Spok, otro con la Darth Vader y el último con la de Mr.T, me empujaron adentro de la Traffic.
-Ahora vas a saber lo que es bueno -dijo Mr.T.
Adentro de la van había un viejo Sega Rally, que parecía haber sido arrancado de un local de juegos de los años 90.
-Lo tengo re manyado, olvidate -dije.
Me sentaron a los empujones en la butaca de plástico rígida.
-Vamos a ver si te la bancás -dijo Spok, poniendo una ficha en la ranura. Le costó al principio, porque era de esas que tienen 3 líneas de un lado y una del otro.
-Siempre te pasa lo mismo, por eso papá no te quería comprar más fichus- dijo Darth Vader.
- Qué decís, nene, nada que ver -dijo Spok y se alejó hasta un rincón, donde se fue cayendo hasta el piso y se quedó tirado, con la márcara de Super Mario Bros aplastada contra las rodillas. Parecía que todo su cuerpo se había convertido en látex, derretido por el peso de la depresión anímica.
-Bueno, córtenlan, denmen la ficha y corransen -dijo Mr.T.
Puso finalmente la ficha y las opciones del Sega Rally aparecieron en pantalla.
-Championship, por favor -pedí.
-Para vos tenemos una especial -dijo Mr. T, y giró el volante hasta que apareció una opción que decía “Nasty Experience”.
Mr. T y Darth Vader rieron durante unos 4 ó 5 minutos, mientras a su espalda Spok lloriqueaba y se hacía un ovillo sobre el suelo. Me ajustaron un cinturón de seguridad reforzado que no me dejaba moverme.
-Listo, largamos, campeón. El autito de rally se va a mover, pero nosotros nos vamos a quedar quietos, muuuuy quietos -dijo Mr. T.
En la pantalla, el auto del Sega Rally empezó a viajar por las pantallas que yo tanto conocía. Al principio no me pasaba nada, iba viendo con cierto aburrimiento como pasaban las curvas, los vados, los puentes de madera, los árboles a los costados del camino... Si no hubiera sido porque Darth Vader y Mr. T me sostenían los párpados para que no pudiera cerrar los ojos, hasta hubiera sido un poco entretenido. Pero en algún momento, como tímidamente, mi estómago se empezó a revolver. Al principio lo quise disimular, pensado que se me iba a pasar, pero la sensación fue haciéndose cada vez más presente, más intensa.
-Dale, vamos con la fase 2, arriba, que no podemos perder tiempo, es ahora ó nunca -dijo Mr.T
Spok se puso de pie y trajo una especie de cajón cerrado de metal con ruedas hasta donde estábamos nosotros. El aroma podía sentirse desde antes de que se levantara la tapa y quedara al descubierto el macabro dispositivo. El vapor calcinante de una máquina de hacer panchos empañó la pantalla por unos instantes e inundó toda la camioneta con su olor inconfundible a embutido recalentado. Allí tomé conciencia de la falta de escrúpulos, la maldad sin límites, la crueldad sanguinaria, la violencia inusitada, la perversidad neurótica, la ansiedad ingobernable, la ambición despiadada, la locura mesiánica de la oscura organización en cuyas garras había caído. Mientras mi estómago parecía estar dado vuelta por la náusea del mareo digital, los Super Mario Bros se hacían un pancho tras otro, rebosantes de mostaza y bañados en papas fritas de paquete.
-Basta, por favor, game over para mí, muchachos -dije, asqueado del asco mismo y dándome cuenta de que esa última frase era más apta para un tango modernoso que para alguna campaña publicitaria.
-Si no querés que esto siga, dejá de buscar a Tiburcio Anselmi -dijo Mr.T.
-¿Y si no qué pasa? -pregunté.
Los tres se miraron desconcertados.
-Eeeehhh, algo… muy, pero muy malo, malo de verdad, ¿mentendés? -dijo Darth Vader.
-No, no entiendo, la verdad es que necesitaría más precisiones -dije.
-A ver, hay cosas buenas, como por ejemplo... las vacaciones, o que te hagan un regalo lindo, o comer algo rico, bueno, esto sería lo contrario, sería algo malo, ¿captás?, como si no te fueras de vacaciones, o que te regalen algo medio bajón, como un par de medias, o comer algo que no te gusta -dijo Darth Vader.
-¡Bueno, basta, bajemoslón! -dijo Mr.T.
Me agarraron entre los 3 y me empujaron afuera de la Traffic.
-Acordate, algo malo, lo contrario de bueno, ojo, ¿eh? -me amenazó Mr T antes de ayudar a empujar la camioneta para que pudiera arrancar. Miré a mí alrededor, intentando entender adónde me hallaba, pero no había demasiado qué entender porque estaba en la misma esquina donde me habían interceptado los Super Mario Bros.
Caminé hasta mi oficina, respirando profundo para que se me pasara el mareo digital. El malestar casi vuelve cuando le vi la cara a mi secretaria.
- Lo están esperando, parece -me dijo, con un nivel de mala onda que podría superar las altísimas mediciones históricas irradiadas por ella misma. En mi despacho, encontré a Kiki mirando con aburrimiento la pantalla de su netbook.
- Mala señal -dijo.
- ¿Qué pasó? -pregunté.
- Que es muy mala la señal: o sea, accedo a una red, pero navega muy lento, no me gusta, yo estoy acostumbrada a otra cosa. Pero no perdamos el tiempo, ¿averiguó algo?
-¿Además de que un comando de tipos disfrazados de Super Mario Bros anda suelto por ahí?
-¿Super Mario Bros? ¿Qué le hicieron?
-Me indujeron un mareo digital y se pusieron a comer panchos.
-No puede ser…
-Sí, puede ser…
-Los hermanos Gorriti, ¿cómo llegaron hasta acá?
-¿Los hermanos Gorriti?
-Sí, tienen una empresa de promociones y eventos, pero además alquilan sus servicios al mejor postor para amenazar gente. Son una mente privilegiada para el mal: usan todo lo que le queda de los eventos para hacer sufrir al prójimo, por suerte no le aplicaron el show láser combinado con la wafflera.
-Se ve que tuve suerte.
-Alguien los contrató para amenazarlo, eso quiere decir que está en el camino correcto, ¿qué averiguó hasta ahora?
-Hablé con un tal Víctor Chipper, del departamento de Sistemas de Alimentos Arlequín. Alguien lo contrató por mail para desarrollar un juego llamado “Tiburcio Hunting”.
-¿Por mail? ¿Cómo es el mail?
-ss_super_creative_master_01@goldenbrain.com
-¿SS?
-Sí, así empieza.
-Pero claro, ¿cómo no me di cuenta antes? SS, sólo podía tratarse de él.
-No se de quién está hablando.
Kiki se paró en medio de la oficina y miró hacia el horizonte con una mezcla de odio y resentimiento, aunque no sabría decir qué proporción de cada sentimiento había en su mirada.
-Silvio Silver.
-¿Quién es Silvio Silver?
-Eso depende de quién le conteste la pregunta, Sr. Pantone. Silvio Silver es el más ególatra, ambicioso, despiadado, inescrupuloso y trepador de los directores creativos del país. Aunque claro, eso no es lo que dicen los medios especializados, que lo muestran como el más talentoso, original, carismático, ingenioso, chispeante y divertido publicista de su generación.
-¿Y para qué lo querría secuestrar a Anselmi?
-Eso no lo se, pero lo que sí puedo decirle es que lo odia desde siempre por un motivo muy simple: Tiburcio fue su maestro, su mentor, su guía, su cicerone, su puerta de entrada al mundo de la publicidad. Cuando Tiburcio era ya un senior consagrado, entró como junior en su equipo y aprendió todo de él. Silver fue escalando de la manera más rastrera hasta hacer que echen a Tiburcio para quedarse con su trabajo. Ahora que llegó a ser el creativo más importante del país, no quiere ni oír hablar de él.
-Pero Silver ya llegó hasta donde quería, ¿para qué puede necesitar a Tiburcio?
-Porque Silver logró todo, pero le falta lo más importante, el premio máximo para un publicista a nivel mundial: la Urraca de Titanio del festival de Grummesslang, el festival más exclusivo del planeta. Sólo los elegidos, los verdaderos dotados de la creatividad logran ese premio. Tiburcio lo tiene pero a Silver se lo niegan año tras año.
-Nadie le va a dar un premio por un secuestro, por más creativo que sea.
-Silver tiene una mente oscura, retorcida, es capaz de cualquier cosa.
-Entiendo, eso quiere decir que tenemos una sola opción: ir a hablar con Silver, dígame adónde puedo encontrarlo.
-En su oficina en lo más alto de la filial local de Parnasus&Parnasus, la agencia más grande del mundo.
-Muy bien Kiki, me voy entonces. Si quiere puede quedarse navegando, por más lenta que sea la conexión. Mi secretaria no le va a servir café.
Kiki se acercó hasta mí. Me miró directo a los ojos.
- FYI señor Pantone, detrás de esta ejecutiva fría como el hielo del Ártico hay una mujer. Encuentre a Tiburcio Anselmi y después agéndese una reunión urgente conmigo.
Kiki había logrado que ningún slogan viniera a mi mente.
-Lo siento, no bebo cuando estoy de servicio -contesté, como si hubiera hecho copy paste del guión equivocado. Kiki se corrió para dejarme salir. Las cosas empezaban a estar más claras. Ahora, sólo quedaba enfrentar a Silvio Silver en su propia madriguera: el departamento creativo de Parnasus&Parnasus.

CONTINUARÁ…

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