domingo, 28 de marzo de 2010

Dark Pantone (El primer policial negro sudamericano publicitario nerd) Capítulo 4

Resumen de los capítulos anteriores:

Dark Pantone, detective afiliado a SUIPMPYA: Sindicato Único de Investigadores Privados del Mundo Publicitario y Afines, llega hasta la cueva del Gordo Resetti, buscando a Tiburcio Anselmi, Director de Arte Senior y gloria inigualable de la creatividad, quién desapareció misteriosamente de todas partes, incluso de su blog, donde dejó de postear sus ingeniosos comentarios sobre la vida en general. Luego de amenazarlo con formatear todos sus discos, Dark consigue que Resetti empiece a hablar.

Capítulo 4 en su auténtica e indivisible esencia:

- Hace un tiempo empezaron a venir al cyber unos tipos muy raros -dijo Resetti, y se quedó callado, como escuchando un ruido que venía desde adentro de las cajas que tapaban el piso.
- ¿Raros? Tenés el catálogo completo de freaks acá arriba -contesté, algo sobresaltado por un sonido constante que, sin dudas, venía desde adentro del maremagnun de cartón quesáceo.
- Kernel- dijo Resetti.
Pensé que al Gordo se le habían quemado las últimas neuronas como si fueran un microprocesador mal ventilado.
- Mi hámster, Kernel, hace unos meses que no lo veo, pero se que anda por acá, porque encuentro los dientitos marcados en las porciones de pizza- dijo.
- Minimizá por favor está cuestión del hámster y volvamos al tema de los tipos raros, ¿qué eran?, ¿floggers?, ¿bloggers?, ¿emos?, ¿skaters?- pregunté, rogando que ese roedor alimentado a base de pizza y empanadas de delivery no asomara su peluda cabeza.
- Ojalá, mirá si eso me va a parecer raro, no… eran… eran… no lo puedo ni decir…-gimió el Gordo, mientras con un ojo vigilaba las cajas y con el otro las barras de download.
- Vamos, tontito, vos podés -dije, cayendo en la cuenta de que a lo mejor el curso de relaciones interpersonales en pdf que me había bajado no era tan bueno como decían.
- Pantalones pinzados…- dijo Resetti, agarrándose la cabeza con las manos. Los ojos, húmedos por el exceso de colirio, se le llenaron de lágrimas.
- No te creo.
- Camisas rosadas, celestes, con unos tramaditos medios raros, zapatos náuticos… era horrible -dijo, al borde del llanto.
- ¿Corporativos? ¿Acá? No puede ser- dije, casi indignado.
- Lo mismo decía yo, pero empezaron a venir todos los días. Primero fueron 2, 3, 4, llegaron a tener 8 máquinas para ellos, ¿entendés? 8 máquinas, en mi boliche, tengo una trayectoria, la gente empezó a dejar de venir, los clientes tenían miedo, fue espantoso… -dijo, quebrándose en una convulsión de angustia.
Logró conmoverme. Le apoyé una mano en el hombro. No me acuerdo si fue un gesto genuino o si lo había leído en el archivo sobre magnetismo personal que encontré en Rapidshare.
- Contame, vamos, no me aflojes ahora, ¿qué venían a hacer?
- Venían a jugar…
- Bueno, no es para tanto eso.
- El tema es a qué jugaban… Accedían a un site creado por ellos, y ahí estaba el juego, era algo especial, distinto, nunca ví una cosa como esa, y mirá que tengo decádas de monitor y joystick encima, papá -dijo, recuperando un poco la confianza.
- Contame, qué onda el juego.
- Buenos gráficos, escenarios interesantes, buena versatilidad de personajes y una historia bien planteada. A nivel sonido, música muy cool y efectos de gran profundidad y realismo. Puede resultar lento sin la placa de video adecuada, pero se puede jugar en dos resoluciones para los que todavía estén un poco más retrasados en la tecnología. Una buena opción de Misterious Games.
- ¿Pero cómo se llamaba el juego? ¿Qué pasaba? Ya me vendiste varios con la misma sanata.
- Se llamaba “Tiburcio Hunting”. Un grupo de empleados de IT de una Gran Corporación, corrían a un Director de Arte por los pasillos de una extraña agencia de publicidad. Una vez que lo atrapaban, lo conectaban a una mega computadora que le extraía todos sus conocimientos. Ojo, que tenía lo suyo.
- ¿Y vos como sabés tanto?
- Empecé monitoreándoles los equipos con el radmin, pero al final me enganché a jugar. Gané un par de veces, pero no me terminé de copar, porque no había templos de la muerte, ni cuerpos que reventaban de sangre, ni risas satánicas, ni misiones complicadas y violentas, ni una visión primitiva y despiadada de la vida apenas disfrazada de diversión copada y moderna. La cuestión es que por suerte hace unos días dejaron de venir y las cosas volvieron a la normalidad.
- ¿Tenés algún dato? ¿De qué empresa son?
- De Alimentos Arlequín, o al menos eso decían las tarjetas de acceso que no se sacaban nunca. El primero que empezó a venir, el que parecía ser el jefe de todos, se llamaba Víctor Chipper. Su usuario era vic_chip_27, imaginate, ja, je, ji, jo, ju...
- ¿Alimentos Arlequín? Está acá cerca, ¿no? -pregunté, en parte para cortar la risa espasmódica del Gordo
- ¡Kernel! -gritó el Gordo.
Me di vuelta para encontrar la cabeza de un hámster del tamaño de un monitor de 14 pulgadas. Preferí no esperar el dato que podría encontrar también en comoviajo.com y me alejé de Resetti, que tenía a upa a su roedor con sobrepeso, mientras le convidaba restos de fainá que había despegado de la única ruedita sana de su silla. Arriba, Tincho seguía mirando la pantalla apagada, mientras una fila de 15 personas lo miraba a él, a la espera de sus designios tarifarios. Salí a la calle e inmediatamente seguí el camino que me indicó el GPS para llegar a la sede central de Alimentos Arlequín.


CONTINUARÁ...

sábado, 20 de marzo de 2010

Dark Pantone (El primer policial negro sudamericano publicitario nerd) Capítulo 3


Resumen de los capítulos anteriores:


Dark Pantone, detective afiliado a SUIPMPYA: Sindicato único de Investigadores Privados del Mundo Publicitario y Afines, es contratado para encontrar a Tiburcio Anselmi, Director de Arte Senior y leyenda de la creatividad, quien aparentemente está involucrado en un misterioso proyecto publicitario – científico y hace tiempo que desapareció de todos los lugares que solía frecuentar, incluyendo el MSN y el Skype.


Capítulo 3 en sí mismo:


Mientras avanzaba por la vereda esquivando a cadetes con y sin moto enceguecidos por entregar sobres urgentes en mano, repasaba en forma de bullets mentales, animados algunos de ellos con efectos tipo wipe, todo lo que sabía sobre el lugar al que me estaba dirigiendo: la cueva del Gordo Resetti. Para resumirlo en un slide, recordé lo siguiente:

  1. La cueva del Gordo Resetti había comenzado en los `80 como lo que en aquellos fluorescentes días se llamaba “casa de computación”
  2. Conseguía juegos para Commodore, TK 90, Atari o Coleco Vision.
  3. Daba consejos, especialmente sobre sexualidad, para púberes que salían aún más confundidos de lo que habían entrado
  4. En los ´90 mutó a Maxikiosco con fax, locutorio, venta de CD´s vírgenes, etc. Además conseguía programas y juegos para sus clientes habituales: los púberes confundidos que para ese entonces eran jóvenes que se nucleaban en “tribus urbanas”
  5. En algún momento de los 2000 pasó a ser un cyber con juegos en red y quiosco, donde los jóvenes (otros, porque los anteriores habían crecido) se pasaban el día encerrados entre las paredes tapizadas con alfombra negra jugando torneos interminables y vaciando las heladeras de gaseosas.
  6. Se cree que Góticos, Emos, Floggers, Cyberpunks y Ultradadaístas Postnucleares (estos no prosperaron demasiado) comenzaron a juntarse en el escasamente ventilado local.
  7. Cualquier programa que existiera, que se estuviera creando, o que alguien estuviera pensando en crear, podía conseguirse en lo del Gordo Resetti.


Muchas gracias por su atención.

Coffee Break


Mientras tomaba mi café en vaso de cartón que por milagro había aparecido en mi mano, veía la puerta del local, pocos metros delante mío. Cuando entré, la típica “sputza eléctrica” golpeó mi olfato: los olores del plástico y los metales recalentados se mezclaban con el sudor humano. Harían no menos de 67 grados Celsius. Traté de proteger mis papilas olfativas, hundiendo mi nariz en lo que quedaba de café. La verdad es que todavía quemaba.

Pálido, consumido, balanceándose como a punto de caerse sobre la banqueta detrás de los chicles, los caramelos y los cigarrillos, estaba el Flaco Tincho, el encargado del local. Era difícil precisar su edad, podía tener 50, o bien 14 muy mal llevados. Tenía la mirada perdida en la nada, lo que, en algún punto, lo favorecía.

- Hola, Tincho, necesito hablar con Aldo- dije.

Sus labios temblaron, como si en efecto fuera a contestarme algo, pero justo antes de que algún sonido lograra escaparse de su boca, una voz lo interrumpió.

- ¿Me cobras la 8?- preguntó un adolescente con la cara tapada por un mechón de pelo oscuro.

- La 8- repitió Tincho, como si estuviera bajo el efecto de la hipnosis. Miró el monitor anticuado que estaba escondido entre los paquetes de golosinas, y apretó enter. Después, movió el mouse. Tocó enter de nuevo. Enseguida la barra espaciadora. Movió el mouse, otra vez. Y siguió con enter, barra espaciadora y el botón izquierdo del mouse. Se quedó mirando el monitor durante algo así como un minuto y medio. Apretó enter. Después la barra espaciadora. Movió el mouse. A mi lado, el adolescente se mantenía estático, con la boca entrabierta. Tincho apretó enter. Después, movió el mouse. Se quedó mirando el monitor.

- 6 con 25- dijo, por fin.

Creí que la pesadilla había terminado, pero una fila de 5 adolescentes esperaba para que le cobren atrás del emo de la mandíbula caída.

“Crisis es oportunidad”, pensé. “Pero en chino”, pensé después, aclarándome las cosas a mí mismo. Fui pasando por atrás de la fila de adolescentes hasta colarme por el costado del mostrador. Tincho movió el mouse y apretó enter. Por encima de su hombro pude ver que el monitor estaba apagado. Corrí la cortina oscura, cuyas fibras se mantenían unidas por la mugre compacta que tenían adherida, y bajé una escalera recta, angosta. Me estaba internando en el corazón de la cueva del Gordo Resetti. Una puerta con una señal vial de Alta Tensión era la última barrera hacia el submundo de la informática. La abrí.

Lo que encontré adentro era mucho peor de lo que podría haber imaginado: unos 15 cpu´s, muchos de ellos en el piso, y todos con la carcaza abierta, funcionaban en un cuarto de 3 por 3. Cajas de pizza y latas de gaseosa formaban un colchón de unos 30 centímetros de alto. Por entre las cajas asomaban discos rígidos cuyos conectores se perdían entre la geografía pegajosa del cartón con muzzarella. Sentado frente a un monitor de 47 pulgadas, con los ojos enrojecidos y una remera negra con la tapa de Nevermind, que tenía una porción de pizza pegada a la altura de la panza, estaba el Gordo Resetti.

- ¿Cómo accediste acá?- preguntó el Gordo.

- Soy Dark Pantone, no necesito password- dije. Me gustó esa frase también, y pensé que tenía que hacer urgente un back up de frases.

- Ya se quién sos, vos venías acá para que te llenáramos el dataset– dijo el Gordo. Recordé el quejido lastimoso de la transferencia de datos a cinta, mientras apretaba con mi mano el cuello inabarcable de Resetti.

- No tengo tiempo que perder, Aldo. Estoy buscando a Tiburcio Anselmi, un director de arte premiado en todos los festivales, los buenos y los berretas, necesito saber si escuchaste algo- dije. Vi los ojos del Gordo desdibujarse por el miedo.

- ¿Ti…Ti… Tiburcio?- balbuceó – No… no… se nada- dijo, dándole formato de jingle a la mentira que estaba diciendo.

Vi en el monitor las barras de download del Torrent. Seguí con la vista la maraña de cables que se enlazaban unos con otros. Zapatillas lastimosamente sostenidas con cinta aisladora, adaptadores de todo tipo y triples llevaban hasta el único enchufe utilizable que colgaba de la pared, atrás de una grande de jamón y morrones a medio masticar. Salté hasta el enchufe. El Gordo me quiso detener, pero tenía las piernas dormidas, inutilizadas por la falta de movimiento y por haberse convertido con el tiempo en dos tanques de acopio de JMAF, aspartame y azúcar.

- Decime qué sabes de Tiburcio Anselmi o desenchufo todo- dije.

- No, en serio, no se nada- repitió.

Comencé a tirar del enchufe. Era más probable que me electrocutara antes de que lograra desactivar algo, pero en los parámetros de Resetti el funcionamiento de las máquinas estaba antes que la vida humana.

- ¡No, por favor! -exclamó- Hace 32 días que estoy bajando el Universe Infinitum Red Point, el sistema operativo que va a reemplazar todo, es una versión beta y necesito 17 máquinas en línea para correrlo, pero lo tengo que tener primero que nadie…-

- ¿Va a reemplazar a todos los sistemas operativos?

- No, a todo, a todo lo que existe… Igual, si cortás la descarga la reanudo, no pasa nada. Ja, je, ji, ja.

La risa del Gordo estaba en el límite con la convulsión nerviosa. En el límite, pero del otro lado.

- No solamente voy a cortar la descarga sino que te voy a hacer un formateo de los discos, pero un formateo lento, para que no quede un miserable bite en ninguno de tus mugrientos clusters- dije, remarcando cada palabra.

Dio resultado: Resetti bajo la cabeza, resignado, y empezó a decirme todo lo que sabía.


CONTINUARÁ...

domingo, 7 de marzo de 2010

Dark Pantone (El primer policial negro sudamericano publicitario nerd) Capítulo 2

Resumen del capítulo anterior:

Dark Pantone, detective afiliado a SUIPMPYA: Sindicato único de Investigadores Privados del Mundo Publicitario y Afines, recibe en su oficina a un diseñador que busca al director de su estudio y luego a una mujer, que podría ser catalogada como “top spender” por algunas tarjetas de crédito, que le hace una oferta que no puede rechazar para que acepte el caso.

Capitulo 2 propiamente dicho:

- Este junior no sabe nada. Necesito que tome el caso ASAP. Dígame si con esto es suficiente –dijo, y sacó de su bolsillo justo lo que yo esperaba ver como última cosa, o como primera, en el caso de haber estado incubando la idea de hacer un museo de la IT: una foto de Steve Wozniak en el momento de encender la Apple II, autografiada por él mismo.
- Vamos, ¿acaso piensa que soy un principiante? Hasta un pasante podría hacer eso con un par de herramientas de photoshop básicas, casi sin usar plugins–
- Se equivoca, señor Pantone, la foto está autenticada por la Reserva Federal y por el MIT– dijo, y como una vendedora experta la puso al alcance de mi mano para que pudiera verla mejor. Alcancé a notar el relieve de la firma y la tinta azulada de los sellos.
- Si fuera de la Apple I estaría mejor…- intenté negociar.
- De acuerdo, algún otro detective tomará el caso– dijo, guardando la foto. Imaginé la subasta en e-bay, los números trepando hasta el infinito, casi pude ver los comentarios negativos en mi blog, tildándome de MEDIOCRE y OPORTUNISTA (así con mayúsculas), mi tweeter ahogado por una catarata de insultos de pocos caracteres pero contundentes, los foros de tecnología bastardeando mi nombre hasta el cansancio, el LinkedIn igual que siempre. Era demasiada tentación.
- Oiga, de acuerdo, pero todavía no nos presentamos.
- Soy Inés Renderiaga del Toboso Ancaschegui, pero me dicen “Kiki”, soy Brand Team Manager Leader Developer in Global Marketing– dijo, y me dio su tarjeta personal, en la que pude notar la laca sectorizada y el color especial resaltando cada letra del interminable y aristocrático nombre.
- Bien, la escucho.
Encendió su netbook, que todavía olía a container recién llegado al puerto. Esperamos 27 minutos a que cargara todos los programas que tenía en la barra de inicio, y luego buscó en una sucesión interminable de carpetas la foto de un hombre de casi 50 años, canoso, de barba y pelo largo, una mezcla de patriarca con hippie trasnochado.
- Este es mi socio, Tiburcio Anselmi, Director de Arte Senior, una leyenda de la creatividad, se cree que inventó el pulóver con escote en M y que fue el primero en proponer para una campaña un teledirigible chiquito, como ese que da vueltas por Retiro, adelantándose 20 años a su tiempo. La cuestión es que desapareció hace unos días. Sabemos que se estaba dedicando a un proyecto especial, un desarrollo que él decía que iba a hacer historia, no sólo en el mundo de la publicidad y el diseño, sino también en el de la ciencia. Al principio parecía sólo un pasatiempo, un mero hobbie, pero de a poco comenzó a obsesionarse, hasta que dejó de venir al estudio. Comenzó a poner extraños mensajes en el msn, como “Dios no renderiza con dados” o “Dame un layer y moveré el mundo”, luego no vino más, y el resto ya se lo contó este…-
Kiki no pudo terminar la frase: un fuerte ruido sonó a sus espaldas. Me levanté de un salto, haciendo llorar los resortes de mi viejo sillón modelo ejecutivo, que había conseguido por unos pocos pesos cuando desmontaron una empresa que había llegado a costar 450 millones de libras esterlinas, durante doce minutos, allá en el lejano boom de las punto com, cuando una humanidad llena de inocencia temía a un Y2K inexistente. Vi al joven diseñador tirado en el piso, convulsionando. Su piel estaba más verde que lo habitual, y había perdido cualquier ajuste de contraste posible. Daba vueltas pateando los pocos muebles que todavía servían. Kiki, horrorizada, protegía como podía su netbook y su cartera Dolce&Gabbana. Me arrojé sobre el muchacho. Busqué por todo su cuerpo hasta que encontré lo que estaba buscando. Le puse lo más rápido posible los auriculares y busqué en su iPod el tema más saturado de trash metal que encontré. Cuando el estrépito incomprensible de sonido fue masajeando sus neuronas, las convulsiones terminaron, pero su mirada seguía perdida y tenía las pupilas dilatadas. Vi la mochila, aplastada contra una de sus zapatillas negras y tuve una intuición. Encontré el alfajor Fantoche triple y se lo puse en la boca como pude. Empezó a reaccionar.
- Oiga, no puede dejar a este chico sin su música y sus alimentos básicos. ¿Acaso intenta matarlo? Cualquiera que busca “junior” en la Wikipedia lo sabe–
- Mis problemas son más graves, señor Pantone, y espero que usted pueda solucionarlos–
Recosté al muchacho sobre un puf promocional que me habían dado en una ExpoDetective, en la época buena, cuando todavía se hacia en Costa Salguero y fui hasta la puerta. Me di vuelta para mirar a Kiki. Sus ojos celestes, acosumbrados a mirar siempre las pantallas de las máquinas más caras del mercado, se cruzaron con los míos.
- Me llamo Dark Pantone, y ahora este también es mi problema– dije, y como me gustó bastante la frase no quise agregar nada más, a ver si me pedían dos opciones más para presentar. La dejé a Kiki desesperada por encontrar una red wi fi, al chico masticando su alfajor, a mi secretaria indignada por tener que estar cerca de algún ser que respire, y me dirigí al único lugar, o debería decir antro, donde podría empezar a buscar a Tiburcio Anselmi.

CONTINUARÁ...

Dark Pantone (El primer policial negro sudamericano publicitario nerd) Capítulo 1

Ese parecía ser un día como cualquier otro en mi oficina: el ventilador daba vueltas, siempre para el mismo lado, intentado refrescar el aire sofocante del ambiente. Ya había gastado 3 resmas de papel ilustración de 180 grs. intentando hacer que los avioncitos aterrizaran en el tacho de basura, pero ni siquiera ese gramaje contundente lograba abrir la tapa metalizada del cesto con pedal que me había llegado como pieza de marketing directo durante los años 90. Mi secretaria, una diagramadora de revistas que no pudo superar la versión 2 del Quark y había tenido que abandonar la profesión abrió la puerta para decirme eso que ya era una rareza:
- Señor, un cliente lo quiere ver.
Creí que me estaba gastando una broma, pero en los 17 años que la conocía jamás la había visto sonreír. Detrás de ella apareció un muchacho que tenía el aspecto inconfundible de un diseñador gráfico o un editor de video: ropas oscuras, un piercing en la ceja, una mochila que tal vez no tuviera nada pero de la que no podía separarse y el tono verde monitor grabado en el rostro, como si los rayos del sol actuaran en una jurisdicción distinta a la de la pigmentación de su piel. Se sentó frente a mí, como buscando las palabras para decir algo.
- Me dijeron que usted es el mejor investigador privado del mundo publicitario y afines.
- Eso dicen...-
- ¿Quiénes?
- No se, pero lo dicen... creo, además estoy afiliado al SUIPMPYA: Sindicato único de Investigadores Privados del Mundo Publicitario y Afines. En fin... ¿cuál sería el brief de este caso?
Se puso nervioso, moviéndose en su silla, como un creativo sin ideas en su primera presentación ante un cliente impredecible.
- Bueno, brief no tengo...
- Qué raro-dije, arrepintiéndome de mi ironía, porque necesitaba el dinero para pagar las cuotas de mi iMac.
- Pero le puedo contar lo que pasó: el director de nuestro estudio de diseño desapareció por completo, sólo habla con nosotros a través del chat de Facebook, pero sus respuestas son inconsistentes, como si alguien estuviera respondiendo por él, ayer se confundió un filtro de stylize con uno de sharpen en photoshop, eso nunca le hubiera pasado, en realidad nos pasa más a nosotros, estamos desesperados...
- ¿Y yo que puedo hacer?
- Necesitamos que lo busque, podemos pagar lo que sea, siempre y cuando no sea mucho...
- No puedo aceptar el caso. Su jefe podría estar en un Workshop en un hotel boutique...
- ¿Con el iPhone apagado? No lo apaga ni cuando tiene que actuar en las obras del jardín de infantes de su hijo.
La discusión amenazaba con continuar como un loop de video en el plasma del stand de una empresa en una exposición, pero la puerta se abrió y lo que vi superó todo lo que yo esperaba: una mujer refinada, elegantemente vestida, que no hubiera desentonado en el lanzamiento de ninguna marca líder del segmento ABC1, incluso A1. Se acercó hasta mi escritorio con seguridad, sin darme la posibilidad de intentar detenerla.
- Este junior no sabe nada. Necesito que tome el caso ASAP. Digame si con esto es suficiente –dijo, y sacó de su bolsillo justo lo que yo esperaba ver...

CONTINUARÁ...